Uno de los sitios que despiertan en los cartagineses el ansia por la historia es el viejo Club Social de Cartago, construido entre 1922 y 1926, aunque fue inaugurado en 1923.
Esto por cuanto fue levantado con la intención de tener un sitio de reunión y conversación sobre la realidad nacional y local, así como para realizar actividades de ocio, según la obra de Sonia Gómez y Carlos Luis Fallas.
Este centro de fiestas y reuniones se transformó con el tiempo en un sitio más abierto, de modo que la población en general tuvo acceso a él para celebrar fiestas, actividades sociales y comerciales, e incluso fue sede de la cena de gala que el Concejo Municipal de Cartago ofrecía tradicionalmente al presidente de la República cada 14 de setiembre.
Originalmente, los socios pagaban una cuota mensual; sin embargo, los dueños perdieron interés o lo olvidaron, dado su éxodo a otras comunidades. A principios de los sesenta fue sede del Club Rotario de Cartago y se formó entonces la Asociación Club Social de Cartago de acuerdo con la Ley 218. La asociación funcionó durante varios años, pero dejó de existir por no renovar la junta directiva.
En este momento, existe un reclamo y los tribunales serán los que decidirán, pero mientras tanto el edificio histórico, patrimonio arquitectónico del país, está abandonado y es utilizado por personas que viven ahí.
En vista de que también se ha dicho que se pretende derribarlo y construir algún otro cajón comercial tan de moda actualmente, se encienden las alarmas y, por ello, hago un llamamiento a las autoridades policiales, municipales y de patrimonio para que vigilen el edificio, y una vez resuelto el litigio obliguen a los dueños a conservar esta herencia nacional.
No sería la primera vez en la ciudad que los indigentes llevan a cabo el trabajo de demolición.
A mí no me gusta el proyecto de centro comercial, pero lo nuestro, como ciudadanos, es exigir el rescate del edificio; si luego lo dedican a un mall, pues que lo hagan, pero respetando los lineamientos del Centro de Patrimonio.
Somos los ciudadanos los que debemos ser vigilantes para que se respeten este tipo de construcciones y, por eso, pido que salvemos el Club Social de Cartago. Es parte de la poca identidad que nos queda.
El autor escritor y promotor cultural.