Pensar la ciudad es pensar en la gente que la habita. El Índice de Desarrollo Humano 2011 ubicó a San José en el lugar número 52, entre 81 cantones. Nuestra ciudad capital ha sufrido modificaciones para borrar su historia y le damos poco valor a sus formas, sus colores, sabores y a la gente que la vive diariamente.
En los últimos años, diversas iniciativas han convocado a vivir la ciudad de otras maneras, a partir del arte plástico y audiovisual, el juego, la música y la literatura ha sido posible abrir espacios de encuentro y deleite urbano. Pero estos esfuerzos no son suficientes.
Durante mucho tiempo, la ciudad de San José fue retratada como un dolor de cabeza. Vista como un lugar peligroso, sucio e imposible para la vida, poco a poco fue abandonada de toda esperanza de mejoramiento y dignificación. Sin que ese deterioro fuera irreal, se acrecentó por progresivas exageraciones. Debe recordarse que la ciudad nunca fue abandonada por las personas que de ella echan mano para sobrevivir.
San José es una ciudad, y como tal requiere ser pensada desde el lente del urbanismo, pero también desde la cultura, el arte y la creatividad popular que la habitan. Tiene sus problemáticas que requieren propuestas de mejoramiento urbano, con el trabajo coordinado entre instituciones y entre los gobiernos locales y el nacional, evitando la fragmentación y esfuerzos aislados. Esos esfuerzos deben estar coordinados con las acciones de aprovechamiento urbano en la provincia y el resto del Área Metropolitana.
San José no es una moda. No puede ser entregada a la lógica publicitaria de maquillaje sobre sus problemas, ni al fomento de la lejanía de sus hitos arquitectónicos para la mayoría de las personas. No puede constituir un objeto ficticio, creado para el deleite exclusivo de la mirada del turista adinerado.
Historia y potencial. Muchas ciudades en el mundo apostaron por la recuperación de sus centros históricos, dando lugar al fenómeno llamado “gentrificación”, que significa la expulsión de la población ante el incremento desproporcionado de los costos para vivir en la ciudad. Se invierte en el embellecimiento urbano, pero la forma en la que se hace violenta la historia de los barrios, elimina la apropiación preexistente de los lugares y expulsa a los grupos que los habitaban. Estas tensiones precisan de planes de mejoramiento urbano creados de forma participativa, y construidos con las personas que viven y usan los espacios a intervenir.
La capital costarricense tampoco puede ser un “centro comercial al aire libre” pues, aunque el comercio constituye una parte fundamental de la ciudad, no debe ser lo único que ofrezca. El funcionamiento diurno del comercio hace que se desaproveche el espacio urbano en las noches y quedan espacios desolados que aumentan la inseguridad del peatón.
Deben evitarse las tendencias a la homogenización de uso del suelo en forma de segmentos de la ciudad; la alternativa es que la ciudad muestre lo diversa que es la sociedad que la habita, en procedencia socioeconómica, gustos, intereses, edades, géneros, capacidades y necesidades.
San José es una ciudad con múltiples potencialidades que hay que trabajar. La investigación del Arquitecto Henry Hernández (2013) encontró que al menos 16,5 Ha se encuentran desocupadas solo en el distrito de El Carmen. Se requiere una oferta de vivienda más amplia, no solo para sectores de altos ingresos, y políticas específicas que fomenten el uso de la ciudad para la inclusión, que velen por la función social de la propiedad. Como lo indica la Carta por el Derecho a la Ciudad , que los espacios y bienes públicos y privados de la ciudad y de la ciudadanía sean utilizados priorizando el interés social, cultural y ambiental.
Zaida Muxí y Jordi Borja defienden que el espacio público es un desafío político, urbanístico y cultural referido a toda la ciudad: la movilidad, la accesibilidad, la regeneración y rehabilitación; en síntesis: el hacer ciudad sobre la ciudad, es derecho ciudadano.
Es el reto que tenemos por delante.