Se calcula que los nuevos medicamentos, biológicos y equipos diagnósticos han contribuido a extender la vida del ser humano en por lo menos 15 años.
Análisis a escala mundial estiman que los nuevos medicamentos y productos biológicos han salvado 1,5 millones de vidas, aproximadamente, y ahorrado unos 140 billones de dólares en el tratamiento de enfermedades, tales como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, la tuberculosis, la polio y las cardiovasculares. Estas valoraciones son conservadoras, pues corresponden al período anterior a la pandemia de covid-19.
La mayoría de los medicamentos aprobados por las entidades reguladoras globales son producidos por la industria farmacéutica (el 92,4 %), la cual invierte cerca del 17 % de sus ganancias en investigación y desarrollo, a diferencia de la industria manufacturera (un 3 %), la industria aeroespacial (un 4 %) y la de electrónicos (un 6 %).
Según datos del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, en el 2010 cerca de 22 millones de personas participaron en algún estudio clínico, mientras que en el 2014 lo hicieron 25 millones.
Los números también son conservadores, pues no incluyen la participación de voluntarios en estudios de vacunas y medicamentos antivirales llevados a cabo durante la pandemia. Aproximadamente el 60 % de los participantes en estudios clínicos eran hombres y el 26 % pertenecían a algún grupo étnico considerado minoría.
El costo asociado al desarrollo de un medicamento es sumamente alto. Se calculaba que en el 2010 la evaluación preclínica costaba aproximadamente $1.200 millones por producto, mientras que la fase clínica costaba $1.500 millones.
El costo es elevado porque se requiere personal altamente calificado, entre estos, gran cantidad de especialistas en diferentes áreas, por ejemplo, científicos con amplio conocimiento de ciencia básica, toxicología, epidemiología, salud pública, farmacología y estadística.
El desarrollo suele ser lento, y medicamentos prometedores, en muchas ocasiones, no finalizan el proceso, ya que presentan una cifra elevada de eventos adversos, no funcionan contra determinada enfermedad o se demuestra que no son mejores que los existentes.
Estados Unidos es el país con más estudios clínicos registrados y con el mayor número de pacientes participando en ensayos clínicos. Se considera que la atención de pacientes, la educación y la investigación clínica son los tres ejes fundamentales y sinérgicos en el desarrollo de las ciencias de la salud.
Un centro de ciencias de la salud tiene la obligación ética de ofrecer acceso a técnicas diagnósticas y medicamentosas que estén todavía en fase de investigación y que podrían mejorar la atención integral.
Las universidades deben formar profesionales con amplio conocimiento en los tres ejes fundamentales (atención, educación e investigación) para de esta forma estimular la investigación clínica y de ciencias básicas.
Las investigaciones clínicas son necesarias para proporcionar datos que no están disponibles en otras fuentes, y ofrece alternativas terapéuticas a enfermos.
Los países que no invierten en desarrollo e investigación, o que no participan en proyectos de investigación, son simples observadores del avance científico. Costa Rica tiene un sistema de salud idóneo y excelentes profesionales en este campo, combinación ideal para atraer inversiones para la investigación y el desarrollo de medicamentos.
El autor es pediatra infectólogo.