Son trabajadores, profesionales, niños en edad escolar sin escuela. Madres de Afganistán temerosas de volver a un país sin futuro para sus hijas, familias rusas opositoras de Putin, cristianos conversos de Irán con la muerte asegurada en un país gobernado por radicales islámicos. Muchos ya habían cruzado el Darién y estuvieron en Costa Rica en libertad. Hoy volvieron obligados y presos.
Así son las personas que tienen más de un mes de estar detenidas sin haber cometido delito, internadas en el Centro de Atención Temporal a Migrantes (Catem), cerca de la frontera con Panamá. Son parte de un grupo de 200 personas —entre ellas, 81 niños— traídas al país en el marco de un confuso y oscuro acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos. El Gobierno de Costa Rica alega excusas irrazonables para su detención, como que no tienen visa.
Como periodista independiente, entrevisté a siete personas de este grupo, los pasados 19 y 23 de marzo, escondidos en un rincón del Catem, separados por una malla. Migración se niega a permitir entrevistas con estas personas y rechaza entregar información.
Todos coinciden en estos puntos: fueron capturados al entrar a Estados Unidos desde México, al asistir a sus citas en puestos migratorios legales, siguiendo las normas establecidas. Fueron sometidos a tratos crueles y degradantes cuando les colocaron esposas y grilletes y los encerraron en celdas frías, hacinados, con mala comida y tratados con grosería por los agentes migratorios de Estados Unidos.
Después, sin aviso y sin consentimiento, fueron trasladados a Costa Rica sin saber adónde iban, algunos de ellos esposados en el viaje. Reconocen que aquí son bien tratados, pero no tienen libertad, no pueden salir del Catem excepto si van a una pulpería, escoltados por “soldados de Migración”.
Desde que llegaron, Migración les quitó sus pasaportes y documentos personales. No han recibido asesoría legal independiente, no les han entregado ningún documento que les indique cuál es su condición migratoria y, hasta el momento de las entrevistas, tampoco habían recibido información acerca de la posibilidad de pedir refugio o asilo en este país. Todas estas situaciones son graves violaciones a nuestra Constitución Política, nuestras leyes y los tratados internacionales que Costa Rica ha firmado. Aún más grave: Migración les advirtió de que si piden refugio, de inmediato tendrán que abandonar el Catem y quedarían en la calle.
Por razones de seguridad, cambiaré algunos de sus nombres. Asadi y Marwa son afganos con una niña de dos años. Asadi tenía una empresa de construcción y vendía materiales a empresas de Estados Unidos. Ella estudiaba inglés y era la mejor alumna de su clase. Al tomar el poder los talibanes, él estaba en riesgo por haber trabajado junto a empresas extranjeras, y ella y su hija… por ser mujeres. La obligaron a usar burka, tuvo que dejar de estudiar y no podía salir sin su esposo. Si regresan, no tienen futuro. Afirman que no pueden salir del Catem. Les quitaron sus documentos y nadie les ha comunicado cuál es su situación. Meses atrás, cruzaron la selva del Darién, llegaron a Costa Rica y pasaron varios días en el Catem, pero en libertad.
German y Anastasia son rusos de San Petersburgo. Él es entrenador de educación física y ella, estilista de uñas. Tienen un hijo de seis años. Escaparon de Rusia porque él colaboró como ciudadano con la campaña de Alexei Navalni y su movimiento democrático. Teme regresar a Rusia porque podrían encarcelarlo o enviarlo a la guerra en Ucrania. Anastasia teme que su hijo crezca sin su papá. Dicen que, para el niño, este es como un largo paseo en un lugar muy caliente, pero les preocupa que no va a la escuela. German dice que aquí los han tratado bien, pero no les permiten salir, no les permiten hablar con personas de afuera y les quitaron los documentos.
Alireza es iraní y su ofensa fue haberse convertido al cristianismo. Dice que lo matarían si regresa. En Teherán, él era gerente de Ventas en una empresa de transportes. Junto con su esposa, avanzaron por tierra desde Brasil, para llegar a la frontera con Estados Unidos, en un viaje plagado de mafias. También recuerda el Catem como un sitio donde antes estuvo en libertad y pagó un autobús para seguir su viaje. Al entrar a Estados Unidos, fue separado de su esposa y ella sigue detenida allá. Frente a la cámara, no puede contenerse y llora de angustia al contar que reencontrarse con ella es lo que más quiere. Otro iraní, Yaser, también es cristiano converso, barista de café y está detenido aquí junto a su hija de 10 años. Si lo deportan a Irán, teme ser encarcelado y separado de ella.
También está Talib, de Turquía, detenido junto con su bebé de dos años. Se queja de la incertidumbre en la que viven, sin un futuro claro. Dice que fueron enviados aquí en condiciones inhumanas y que los niños son víctimas, sin libertad y sin educación. Pide al mundo y a las Naciones Unidas que les solucionen su situación.
Así son los deportados detenidos en el Catem que este viernes recibirán a una comisión de diputados costarricenses. Ojalá que en el Gobierno de Costa Rica alguien sienta vergüenza.
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Mauricio Herrera Ulloa es periodista y exministro de Comunicación.
