Hay tecnologías que revolucionan la vida diaria, la forma de generar riqueza, y hasta las ventajas comparativas de comunidades y naciones. En inglés las llaman “ disruptive technologies ” y se refiere a tecnologías que generan profundos cambios en la sociedad. Es claro que la tecnología no espera a nadie, y que es imposible luchar contra el futuro (aunque más de uno lo sigue intentando).
Recientemente, McKinsey Global Institute publicó un informe titulado “ Disruptive technologies: Advances that will transform life, business and the global economy ”. En este informe, seleccionan las 12 tecnologías que, según estiman, tendrán el mayor potencial de impacto económico, de aquí al 2025, y consideran el tamaño del impacto de cada una en individuos, sociedades, empresas establecidas, y economías y Gobiernos. Todas la tecnologías estudiadas o son directamente habilitadas, o aumentadas por las tecnologías de información (TI).
Seis tecnologías. Las primeras seis tecnologías, de acuerdo con el potencial impacto económico estimado, son: Internet móvil, automatización del trabajo basado en conocimiento, Internet de las cosas, computación en la nube, robótica avanzada y vehículos autónomos o casi-autónomos. El potencial impacto económico estimado para Internet móvil lo sitúan entre $3,7 y $10,8 millones de millones anuales (más de 100 veces el PIB de Costa Rica, todos los años), mientras que el impacto de los vehículos autónomos o casi-autónomos se estima entre $0,2 y $1,9 millones de millones anuales.
Conforme evolucionan estas tecnologías, tanto líderes empresariales y políticos, como emprendedores y ciudadanos, debemos aprovechar las oportunidades y superar los retos. Nuestros líderes deben posicionarse del lado ganador de estos cambios. Esto lo pueden lograr adoptando las tecnologías temprano o buscando formas de convertir las amenazas en oportunidades. Pero deben adquirir conocimiento tecnológico. Todos debemos entender que la tecnología ya no es algo que “está al final del pasillo o, simplemente, una línea en el presupuesto”. La TI es fundamental para cualquier estrategia empresarial, institucional o nacional. Los líderes no pueden esperar hasta que las tecnologías estén “maduras” para analizar cómo estas ayudarán, o dañarán, a sus organizaciones, pues para entonces será muy tarde.
Es bastante claro que la naturaleza del trabajo está cambiando. No hay duda de que la robótica avanzada impactará la industria de manufactura, y una reacción tardía tiene el potencial de desplazar muchos trabajadores y afectar negativamente la productividad de industrias enteras. Las herramientas de automatización del trabajo basado en conocimiento impactará, sin duda, la industria de servicios, desplazando trabajadores del conocimiento hacia arriba, o hacia abajo, en la cadena de valor, dependiendo de si ven venir el cambio o los agarran viendo para el ciprés.
El impacto de la Internet de las cosas en la cadena de suministros tiene el potencial de introducir nuevos jugadores en mercados antes protegidos por barreras basadas en capital o en geografía. Esto, sin duda, afectará organizaciones, y hasta países enteros, que no prevean el cambio.
Internet móvil es la de mayor potencial y solo está limitada por la imaginación. Por ejemplo, si se combina con Internet de las cosas y computación en la nube, en Costa Rica (aprovechando la infraestructura de comunicaciones y el talento técnico) podríamos producir aplicaciones que recopilen datos agrícolas, y desplieguen información útil (en tiempo real) en los dispositivos móviles, aumentando, así, la productividad agrícola, en especial la del pequeño agricultor.
Ventaja. Claro que todos los cambios que prometen las tecnologías revolucionarias afectan el statu quo. Las organizaciones que sepan lidiar con los cambios, en empleo y mercados, antes que los demás, tendrán una clara ventaja sobre las que intenten pelear contra el futuro.
Algunas tecnologías promisorias (como los vehículos autónomos y nuevas tecnologías genéticas) deberán contar con nuevos marcos jurídicos y regulatorios para poder lograr impactos en la economía. Utilizar marcos jurídicos y regulatorios antiguos para evitar el cambio es una tontera. Modernizar proactivamente dichos marcos jurídicos y regulatorios produciría, por el contrario, una ventaja comparativa, permitiendo una implementación temprana.
Líderes visionarios entienden la importancia de los desarrollos tecnológicos y el altísimo costo de moverse despacio, o de esperar para reaccionar.
La tecnología se mueve mucho más rápido que las leyes y la cultura. Líderes pasivos o reactivos son un lujo que ningún país, empresa o institución, se puede dar en el siglo XXI.