San José se enrumba a un cambio. No es una ciudad en ruinas ni joya del diseño urbano. Sofoca, pero hay parques y museos; expulsa a algunos, atrae a otros. Urge encaminarse hacia una nueva etapa, posterior al legado de Johnny Araya, del que corresponderá realizar un análisis balanceado que rescate sus aportes y fustigue sus defectos.
¿Qué sigue para San José? ¿Es posible imaginar una mejora a corto o mediano plazo? El cantón, de más de 354.000 habitantes, y la capital, núcleo de la GAM, esperan una revitalización de la que se habla constantemente.
Lo que está en juego es un cambio urgente para la capital. Tras el shock inicial de la pandemia, sufre profundas transformaciones: el desempleo, la inseguridad y la crisis ecológica moldean aceleradamente otra Costa Rica.
Casi a ciegas, votaremos por el destino de la Municipalidad de San José (MSJ). Entre muchos asuntos perentorios, potenciar la cultura es crucial, ahora más que nunca. Múltiples iniciativas ciudadanas, emprendimientos privados y gestores independientes han postulado estrategias y tácticas de todo tipo para que el sector creativo, en su amplio espectro, protagonice el cambio josefino. Quien gobierne no puede obviarlo.
¿Por qué la cultura y por qué ahora? Para el turismo, San José es puerto de entrada y ciudad de paso, aunque en la última década se promoviera un protagonismo mayor de sus museos, oferta cultural y gastronomía.
En torno al 2010, parecía que vendría el futuro anhelado: coincidieron Enamorate de tu Ciudad, el apogeo del Festival Internacional de las Artes, Art City Tour, Festival Internacional del Diseño, el barrio chino en el paseo de los Estudiantes, el renacimiento del Cine Magaly, ChepeCletas, Amón Solar, la Feria Verde de Aranjuez, Amón Cultural y muchísimos más, aparte de una ebullición de vida nocturna y arte independiente que florecieron por unos años.
En el 2016-17, empezaron a marchitarse algunos esfuerzos y la pandemia aniquiló muchos más; destruyó empleos, un mal presente en muchos ámbitos, pero particularmente grave en el cultural.
Queda solo una fracción de los espacios escénicos que operaban antes de la pandemia, por subrayar una de las muchas crisis capitalinas. ¿Qué aprendimos de los proyectos que perdimos y de los que quedan? ¿Qué podríamos retomar y cómo procurar su sostenibilidad?
En su apogeo, eventos e iniciativas como los citados produjeron lo obvio: movimiento, ocupación del espacio público, dinamización económica, turismo interno y extranjero, pero, sobre todo, calidad de vida, seguridad, disfrute del ocio, nuestro derecho.
Sus beneficios son obvios y, empero, escasean los incentivos para fomentar los esfuerzos culturales, en especial los privados. Siendo contundente: es un desafío desgastante mantener un espacio cultural abierto en San José y en Costa Rica en general.
Han surgido iniciativas de gran valor, descartadas por politiquería o descuido; hay quien aporta y aporta hasta que se cansa de las puertas cerradas y las trabas sorpresa. ¿Es justo para la ciudadanía?
El entramado burocrático, que lleva décadas hinchándose, sofoca la actividad artística y cultural, tanto la pública como la privada. La MSJ no actúa sola (y ya hay muchos avances).
El Ministerio de Cultura y Juventud, la CCSS, Hacienda y más instituciones deben procurar mejoras. La MSJ debe procurar expandir el dinamismo cultural fuera de los distritos Carmen, Merced, Hospital y Catedral, que acumulan casi toda la infraestructura cultural.
Hatillo, Pavas o Uruca, los más poblados, podrían vivir auténticos renacimientos si se retomaran sus parques, se abrieran más espacios y se fomentara la economía cultural.
Cuando uno dice “cultura”, algunos creen que se pide limosna. La realidad en muchas ciudades, esas que soñamos con conocer, es que los incentivos eficaces no tienen por qué ser solamente “regalos”: pueden ser alivios fiscales, zonificación, interconexión, simplificación de trámites… ¿Es un privilegio para pocos? No; la idea es que la cultura sea para todos, la pública y la privada, porque como ciudadanos merecemos un hogar digno.
Eso sí, ante la privatización de todas las esferas de nuestra vida, impera el deber de defender el espacio público, garante de la democracia, como escribía el crítico Michael Sorkin.
Una ciudad donde florece la cultura acoge la diversidad porque la reconoce como su motor. Una ciudad más abierta permite un desarrollo económico distinto, diverso, menos atado a los vaivenes de las megaempresas. También hay que discutir pronto el “modelo Escalante”, el descuido de instalaciones deportivas, la necesidad de más bulevares, plazas y parques, y la reactivación de los actuales… y mucho más.
Favorecer la cultura, en lo público y lo privado, es fortalecer economía, democracia, salud y humanidad al mismo tiempo. ¿No es lo que anhelamos? En febrero, con suerte, San José continuará por la senda de la mejora. Lo peor que puede ocurrir es que no pase nada durante cuatro años.
El autor es periodista y curador audiovisual.