Vengo de una familia que ha trabajado la tierra y vendido alimentos frescos durante más de 30 años. Yo también seguí ese camino: cultivar, empacar, distribuir. Durante mucho tiempo, hicimos lo mejor posible, buscando eficiencia, cuidando la calidad y respondiendo a lo que el mercado pedía.
Con los años, empecé a sentir una incomodidad. No porque lo anterior estuviera mal, sino porque nuestra generación puede, y debe, hacerlo mejor. Me pesaba ver miles de vegetales empacados en bolsas plásticas. Algo no cerraba del todo.
Así, comenzamos a explorar otras opciones, como los bioplásticos: una alternativa que, aunque un poco más costosa, ofrecía una solución más responsable para el empaquetado, alineada con el despertar de muchas personas consumidoras que quieren minimizar su impacto ambiental.
Aun así, sentía que no era suficiente. Como yo, muchas empresas buscaban hacer las cosas de forma distinta, pero no encontraban cómo. De ahí nació DosMil50 como pyme importadora de empaques compostables, hechos con materiales renovables, capaces de descomponerse en menos de seis meses bajo condiciones adecuadas.
En ese proceso, conversando con clientes, emprendedores y personas usuarias, me encontré con dudas frecuentes: ¿qué es exactamente un empaque compostable?, ¿es lo mismo que uno reciclable?, ¿realmente funciona o es solo “una moda verde”?
Fue evidente que no bastaba con ofrecer alternativas más sostenibles. Había que abrir conversaciones, explicar, construir sentido común. Porque, aunque en Costa Rica hablamos mucho de sostenibilidad, muchas veces lo hacemos desde lo abstracto. Mientras tanto, en la práctica, seguimos usando plásticos de un solo uso sin detenernos a cuestionarlo.
Esas conversaciones transformaron mi manera de ver el negocio. Dejamos de entender los empaques como un fin, y comenzamos a verlos como un punto de partida: una excusa para dialogar. Con estudiantes, familias, personas emprendedoras. Así entendimos que no estamos solos: existe una inquietud compartida, una necesidad de hacer las cosas de forma distinta.
Hoy el mundo produce más de 430 millones de toneladas métricas de plástico al año. Si no cambiamos el rumbo, esa cifra podría triplicarse en las próximas décadas. En Costa Rica, el 80% de los residuos plásticos no se recicla. La mayoría termina en ríos, mares y suelos, y eventualmente en nuestros cuerpos, en forma de microplásticos.
Además, entre el 4% y el 8% del petróleo extraído se destina a la fabricación de plásticos. Si seguimos igual, esa cifra podría llegar al 20% en 2050. El plástico no solo contamina: también alimenta la crisis climática.
Fue gracias a ese intercambio constante que entendimos que no bastaba con importar soluciones. Si queríamos responder mejor a los contextos locales, también teníamos que acercar la producción. Así fue como dimos el paso de fabricar empaques compostables en Costa Rica. No solo para reducir costos o tiempos de entrega, sino para acortar la distancia entre el problema y la solución.
Y ese diálogo continúa siendo esencial. Nos permite comprender mejor las necesidades y cocrear respuestas adecuadas para cada producto, cada persona, cada historia. Escuchar se volvió parte del diseño. Acompañar se volvió parte del compromiso.
Esa ha sido nuestra experiencia de emprendimiento, bajo un modelo de economía circular, demostrando que las cosas se pueden hacer distinto. Porque cuando una alternativa compostable reemplaza un empaque de plástico, no estamos solo hablando de materiales: estamos hablando de nuevas formas de entender el impacto, de repensar lo cotidiano, de imaginar otro futuro.
José Rafael González es director de DosMil50 Empaques Compostables.