El inusitado interés de la diputada Pilar Cisneros en construir un parque del agua en un terreno donde se conserva una casona de inmenso valor histórico y sus recursos naturales son una de las muy pocas manchas de bosques típicos del oeste del Valle Central despierta las alertas.
No solo se pretende traicionar la voluntad de los donantes de dedicar el espacio a la protección de la biodiversidad en un cantón que se caracteriza hoy por el desarrollo inmobiliario, sino también forzar una propuesta, con presiones políticas, que carece de viabilidad técnica y financiera.
El sitio, ocupado hasta hace poco por el Centro de Conservación de Santa Ana, posee un inmenso potencial de ser una valiosa fuente de educación ambiental.
El desprendimiento de los dueños originales, Lorne Pringle Ross Ashey y Agnes May Spencer, no fue un acto al azar, sino una decisión visionaria y entregada para mejorar la calidad de vida de los costarricenses. Ross fue contundente en los propósitos que quería en su propiedad, obtenida después de muchos años de esfuerzo.
Crear un parque del agua es financieramente insostenible, conlleva modificar drásticamente el paisaje e invertir millones de dólares en infraestructura. En el acto de desprendimiento primó el interés supremo de ofrecer un espacio verde que represente los valores del ecosistema típico del cantón santaneño, así como de la geografía cercana.
Hay muchas más consideraciones para entender que tanto Santa Ana como el resto del país necesitan lugares de esparcimiento y oportunidades económicas para aquellos estratos de población que lo requieren. No todos los santaneños pertenecen a familias cuyas casas cuestan millones de dólares; son muchas más las que no tienen recursos y se beneficiarían del proyecto original de Ross.
El Parque Natural Urbano Lorne Ross apunta a la sostenibilidad en el lado oeste de la Gran Área Metropolitana (GAM), a la calidad del aire y a ser un refugio para la biodiversidad.
La conservación es esencial para detener la pérdida de especies animales y vegetales, y el Parque Natural Urbano Lorne Ross es un paso significativo en esa dirección. Además de su riqueza biológica, alberga especies en peligro de extinción y una rica historia cultural que incrementa su importancia para fines educativos y turísticos.
Investigaciones y el monitoreo biológico han determinado la existencia de diversas especies animales ya inexistentes o escasas en otras partes del Valle Central; investigaciones y cámaras trampa colocadas en el parque comprueban que es hogar de pizotes, monos carablanca, pájaros carpinteros, martillas, osos hormigueros, garzas, chocuacos, patos, mapaches, ocelotes y un sinfín de aves, mamíferos, árboles e insectos, algunos gravemente amenazados en otras partes de la GAM.
Informes técnicos realizados por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) en el 2023 respaldan estos datos y el interés de toda una comunidad en integrarse a los procesos de conservación, fortaleciendo un tejido social en el que las motivaciones comunitarias alrededor del sitio reafirman su importancia cultural para el cantón.
Es indudable que se debe respetar la voluntad de los últimos dueños de la propiedad, quienes la donaron al Estado en febrero de 1975. No se vale que una diputada pretenda romper la piñata a su conveniencia y, a última hora, proponer algo completamente fuera de contexto y sin viabilidad técnica ni ambiental.
Los vecinos de Santa Ana, donde orgullosamente residí durante varios años, conforman una comunidad conservacionista. Las instituciones y el país en general debemos ser fuertes y con determinación defender a ultranza este vital espacio, hacer cumplir la voluntad de sus dueños y donantes y, especialmente, asegurarnos de que manos oportunistas y traviesas no vengan a hacer desastres en un lugar donde desde hace bastantes años tuvo que haberse cristalizado el sueño de Lorne Pringle Ross Ashey y Agnes May Spencer.
El autor es especialista en gestión y manejo de áreas protegidas y restauración ecológica.