No hace bien Costa Rica al agachar la cabeza ante el gigante de las rayas y las estrellas. En este momento de la historia, habrá que saber leer muy bien los acontecimientos y sus posibles desenlaces. Nuestro país no cuenta con ejército ni con recursos para financiar una guerra, o para que suene más apelativo a nuestra realidad, para financiar una defensa militar. Por esta razón, darle la espalda a la vía diplomática y separarnos de los principios democráticos y de respeto a la soberanía de las naciones es el peor rumbo que podemos tomar.
Tradicionalmente, los Estados Unidos de Norteamérica han ostentado la imagen de una democracia sólida y la del defensor de la paz mundial. Es probable que nadie haya creído eso por completo, pues sobran argumentos para pensar que siempre ha ido tras otros intereses más allá de la protección de las soberanías de los países aliados o la defensa del orden global.
Tras encarnarse en una Guerra Fría con la antigua Unión Soviética, dividió al mundo entre “buenos y malos” según los criterios al estilo Capitán América, y empezó a completar su lista de dos columnas de friend or foe. No existía punto medio.
Ahora, al mejor estilo del salvaje oeste, Trump lleva al país del norte a nuevos horizontes en los que es más difícil reconocer quiénes son amigos y quiénes no, o por cuánto tiempo les puede durar la insignia.
Dándoles la espalda a viejos aliados y haciendo tratos con los antiguamente catalogados como de la otra acera, no se puede saber ahora qué esperar. Ha quemado puentes y complicado el camino de regreso a antiguas islas de protección.
La estrategia actual, podría argumentarse, no es más que una nueva etapa en la que el héroe del norte se quita la máscara y nos deja ver que no es más que un vigilante a la caza de cuanta presa considera merecedora de su furia.
Lo cierto del caso es que podría estar marcando el inicio de una nueva época, una en la que los países con poderosas fuerzas armadas vean como atractivo económico no solo usarlas para perseguir objetivos estratégicos para sus intereses, sino también ponerlas al servicio de quienes, de una u otra manera, puedan pagarlas.
Podríamos estar ante el nacimiento del nuevo producto del capitalismo voraz, uno que no podemos costear, an army for rent.
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Gerson Alvarado Corella es ingeniero.