No sé por qué debemos esperar tantos años para que las obras públicas se conviertan en realidades. Cuando están a punto de iniciarse los trabajos, las mismas comunidades, con líderes trasnochados y sin visión de futuro, impiden su concreción. No olvidaremos el tristemente célebre Foro de Occidente, el cual no solo impidió la ampliación de la carretera a San Ramón, sino que, además, nos hizo pagar a todos los costarricenses, como indemnización a una empresa, muchos millones de dólares.
Pero nada sucede en vano, a esos líderes, su culpabilidad los tiene ocultos, pero la historia, que es implacable, no los olvidará.
Por otro lado, allá en el Atlántico, después de muchos años de paciente espera, ya casi concluye la magna obra del megapuerto y todos los costarricenses nos sentimos muy contentos. Es un logro muy importante para el país. En este caso, algunos sindicalistas de la planilla de Japdeva, quienes solo piensan en su beneficio, se oponían a este proyecto de interés nacional y trataron de boicotearlo.
En este caso, también, todos sabemos quiénes son, la memoria colectiva no los olvidará y la historia, que es pródiga para registrar los hechos, los inscribió para siempre como enemigos del progreso.
Dos viajes a la ciudad de Limón. En el año en curso, traté de viajar en dos ocasiones a Limón; en la primera de ellas, no sin dificultad, logré mi objetivo: asistir a la inauguración del nuevo edificio del Poder Judicial en esa ciudad. Al llegar a Moín, una cantidad enorme de tráileres nos impidió el paso y durante una hora, bajo un sol inclemente, con paciencia franciscana, debimos esperar que nos dieran paso.
En la segunda oportunidad, regresábamos de Tortuguero, de lujuriosa belleza, y en Guápiles decidimos emprender viaje a Puerto Viejo de Talamanca, mágico lugar que nos encanta. Viajábamos con la ilusión propia de los paseos familiares; el tránsito discurría con normalidad, pero, de un momento a otro, nos encontramos con una larga fila de vehículos.
Ingenuamente, pensamos que en pocos minutos el asunto estaría solucionado. Estábamos equivocados. Después de una larga espera, con ayuda de unos gentiles motociclistas, averiguamos la causa del problema: la huelga de una pequeña escuela de una comunidad aledaña a la carretera. Los vecinos se habían apoderado de los dos carriles de la ruta, y la Policía, cómplice de la violación al principio de autoridad, nunca se hizo presente para poner orden. Cansados y con frustración, decidimos regresar a San José y nos olvidamos del paseo.
Esa mala experiencia nos lleva a pensar que nada ganamos con aumentar el número de carriles de la ruta 32 para tener mejor acceso al megapuerto si no cambiamos radicalmente de mentalidad.
Debemos recordar que el subdesarrollo que castiga a nuestros países en Latinoamérica, del cual Costa Rica forma parte, en gran medida, es mental; debemos cambiar radicalmente de mentalidad para lograr una visión profunda que nos permita dimensionar la importancia del desarrollo.
Las autoridades deben tener respuestas rápidas para solucionar con celeridad los movimientos comunales porque se van a seguir presentando para interrumpir el libre tránsito en esa fundamental vía. Un atraso de varias horas en el tránsito representa pérdidas económicas de muchos millones de colones para las empresas y el país.
La línea férrea. Esa desagradable experiencia me hizo reflexionar sobre la necesidad de revivir el ferrocarril en la ruta Guápiles, Siquirres y Limón, a doble línea para el transporte de personas y mercancías. La infraestructura existe desde hace muchísimos años, los derechos ferroviarios le pertenecen al Estado a perpetuidad, y si estuviesen ocupados en algunos tramos por usurpadores, simplemente se procede a desalojarlos con la Fuerza Pública.
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Resulta necesario para cumplir esa meta aunar esfuerzos, el Incofer podría hacer una alianza estratégica con las municipalidades de los tres cantones, Guápiles, Siquirres y Limón y, por supuesto, las comunidades deberían incorporarse con ese propósito.
Ojalá el nuevo gobierno apoye esta iniciativa, que pareciera viable. El país necesita fuentes de trabajo y el desarrollo en el Atlántico es impostergable.
El autor es abogado.