El nombre de nuestra primera constitución, Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica o Pacto de Concordia, dio estabilidad al joven Estado costarricense y evitó conflictos entre los habitantes. Por ende, debería ser inspirador para acabar con la polarización.
En la introducción, se explica que surge deseando que la “provincia” (Costa Rica) se conserve libre, unida, segura y tranquila mediante un pacto de unión y concordia.
En los últimos 30 años, se han deteriorado progresivamente instituciones fundamentales para mantener la unión y la concordia, producto de políticas neoliberales, corrupción, impunidad e incapacidad de nuestros gobernantes para hacer ajustes a tiempo y defender nuestro Estado social de derecho.
Es decepcionante que los discursos de confrontación dejen a la deriva a niños, adolescentes y jóvenes, quienes deben ser protegidos para asegurar un presente y futuro basado en justicia, paz y democracia.
El enojo, y peor aún, la ira, se han venido acumulando en la población desde hace varias décadas debido a la falta de políticas públicas que incidan positivamente en la vida cotidiana y permitan que, como suele decirse, “la operación arroz y frijoles” se lleve a cabo de manera digna.
A esto se suma la decadencia de los partidos políticos tradicionales y sus dirigentes, con la pérdida de credibilidad natural derivada de actos bochornosos en los que se ven involucrados algunos de ellos: ICE-Alcatel, CCSS-Fischel, la trocha, Cochinilla, Diamante y Azteca, entre otros.
En paralelo, ocurre un deterioro en la educación, salud y seguridad, sin que se vislumbre una respuesta estatal acorde con la magnitud de estos problemas.
Ante este panorama, ¿cómo no reaccionar con enojo? La reacción, hasta el momento, se demuestra en las urnas, donde se ha desplazado a los partidos y dirigentes tradicionales en favor de opciones políticas que amplifican el enorme malestar ciudadano.
Lo contradictorio es que, aunque existe insatisfacción en un significativo número de habitantes, seguimos sin políticas públicas que transformen el malestar en un cambio sostenible y con impacto positivo para toda la población.
Han sido tantos los años de desfachatez de los políticos, de viejo y nuevo cuño, que el grado de polarización actual era casi inevitable. Por ese camino no se van a resolver los grandes problemas nacionales; por el contrario, se están agravando.
Como nunca, necesitamos patriotas, de ambos lados, que revivan el espíritu de nuestra primera constitución y permitan alcanzar un nuevo pacto social fundamental o de concordia. No hacerlo es dar espacio a inminentes posturas extremistas de cualquier posición ideológica o estructuras delictivas, cuyas soluciones no están en las urnas. La violencia es su mayor alerta.
La excitativa para la convocatoria de este grupo de ciudadanos, que idealmente no se asemeje a las desprestigiadas juntas de notables, es para el Poder Ejecutivo, del cual depende el marco político y legal para la viabilidad de esta propuesta.
Como los firmantes de nuestro primer Pacto de Concordia, ¿será posible poner en primer lugar la Costa Rica que anhelamos recuperar, de paz, justicia y equidad?
Alberto Morales Bejarano es médico pediatra, fue fundador de la Clínica del Adolescente del Hospital Nacional de Niños y su director durante 30 años.