Hoy, a más de 14.000 kilómetros de casa, desde Pekín, China, veo con tristeza lo que enfrenta el gremio periodístico de nuestro país.
Este miércoles, el Colegio de Periodistas tuvo que salir en defensa de la experimentada colega Vilma Ibarra, la más reciente víctima de los troles afines al gobierno, que ahora —además de ofender y difamar— amenazan de muerte.
“Lo denunciamos con fuerza porque esto además ya le ha pasado a otro joven periodista en Costa Rica y les puede pasar a más personas comunicadoras y a cualquiera que sea sujeto de estos peligrosos atropellos desde la verborrea oficial y la camarilla digital”, dice un pronunciamiento del Colegio de Periodistas.
El “joven periodista” que cita el comunicado del Colper soy yo. En mayo, tras la sentencia de la Sala Constitucional que condenó al presidente por su ataque directo con un discurso de odio en mi contra, empecé a recibir amenazas de muerte, también provenientes de cobardes que se esconden en perfiles falsos de páginas en las redes sociales llenas de contenido en defensa del gobierno y de los diputados oficialistas.
Desde entonces, gracias a la rápida acción de la empresa en la que trabajo, fui sometido al programa de protección, donde me enviaron a refugiarme a mi apartamento con un monitoreo constante y a no revelar la situación hasta que no “bajaran las aguas”.
La investigación sigue en curso, gracias a la denuncia que tuve que ir a poner con custodia y chaleco antibalas. Una imagen que nunca saldrá de mi mente, y que nunca pensé protagonizar en un país como Costa Rica, reconocido en el mundo por su democracia, su paz y el respeto a la libertad de expresión y de prensa.
En el fallo —del que derivó todo esto—, los magistrados advirtieron: “Ciertas expresiones y vocablos usados por los funcionarios no se justifican y sí constituyen un exceso, por lo que podrían promover el hostigamiento contra los medios y periodistas aludidos”.
Así fue. Hoy, lamentablemente, se siguen sumando colegas a la lista, quienes ya habían sido encasillados en la canasta de “canallas”, simplemente por hacer nuestra labor. De no haber un alto, como lo advierte el Colegio de Periodistas, las consecuencias podrían ser fatales.
Mi solidaridad con los colegas Vilma Ibarra y Héctor Guzmán, quienes ahora pasan momentos apremiantes, inadmisibles en nuestra nación de paz.
Yo, que ya sé de troles, soy consciente de que todavía me falta mucho camino por recorrer, pero sin duda la mayor enseñanza que me deja todo esto, hasta ahora, es que a un ataque la respuesta debe ser periodismo. A otro ataque, más periodismo.
El periodismo fue mi respuesta. Y el país lo necesita ahora más que nunca.
El autor es periodista.
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