En el mundo de las ciencias pareciera existir cierto desconcierto y es que la querida economía presenta una crisis de identidad.
La economía anda queriendo parecerse a la física: una ciencia exacta, predecible, controlada. Pero no lo es. La física estudia la energía, la materia, el tiempo y el espacio, mediante las leyes fundamentales y globales, utilizando el lenguaje de las matemáticas. Vive en una casa ordenada, la de las ciencias duras, con sus hermanas, la química y la biología. A las tres se les apellida Duras porque comprueban sus hipótesis con el método científico bajo condiciones controladas.
Por otra parte, está la familia de las ciencias sociales, las de apellido Humanidades, cuyo objeto de estudio es el ser humano, las sociedades y sus instituciones. Estas disciplinas intentan entender y explicar cómo funciona el mundo social. En este grupo ubicamos, entre otras, a la sociología, la antropología y la economía, que comprueban sus hipótesis a través de estudios de campo inevitablemente enmarcados en un entorno social específico. No hay laboratorio que pueda encapsular el comportamiento humano.
Las Duras se caracterizan por el control, la exactitud, la racionalidad, las variables controladas y la previsibilidad, en las segundas es lo opuesto, pues su objeto de estudio es espontáneo e incontrolable, ya que intervienen los comportamientos humanos y las emociones. Como bien lo resume el español Juan Sobejano en su artículo “La economía no es una ciencia... con perdón”, estas hermanas están “más cercanas a la política que a las matemáticas”.
Sin embargo, a lo largo de la historia, a la señora economía se le ha visto rondando con demasiada frecuencia la casa de las Duras, y a los economistas no les gusta reconocer su parentesco con la familia Humanidades. Además, esta dama parece vivir obsesionada con la idea del crecimiento infinito; quiere crecer y crecer cada año.
Su primo lejano, el biólogo, ya le ha explicado que las únicas que crecen sin control son las células del cáncer; que existen límites planetarios que transgrede cada vez que quiere hacerse más grande, y que confunde crecimiento con progreso o con bienestar. Le ha insistido en que está equivocada si cree que el consumo y la salud del sistema son directamente proporcionales, y que si mantiene esa relación tóxica con el tal PIB, las cosas no van a terminar bien. A la inquieta economía le convendría pasar más tiempo con su otra hermana, la psicóloga.
Cuentan que el otro día se le escuchó discutir con las Duras:
–¡Pero yo también tengo un premio Nobel! Y de inmediato fue corregida: El premio Nobel de Economía no existe. No fue parte del testamento original de Alfred Nobel, quien fundó los galardones en Física, Química, Medicina, Literatura y Paz, a principios del siglo XX.
Aunque se anuncian el mismo día, el premio de Economía lo creó y lo financia el Banco Nacional de Suecia y se otorgó por primera vez hasta 1969. Una trampilla de los economistas, buscando de nuevo cortar de la rama de su árbol familiar.
Manfred Max-Neef, economista chileno, no tuvo empacho al afirmar en su libro Economía Desenmascarada que la economía no es una ciencia en el sentido tradicional, sino un subsistema complejo de la sociedad y la naturaleza. Tampoco dejó de acusar a muchos economistas de desubicados y arrogantes, recordándoles que su trabajo debía concentrarse en poner la economía al servicio de las personas y no a las personas al servicio de la economía.
“Tener un doctorado en Economía no es suficiente para ser un buen presidente de la República. Ni siquiera para ser un buen ministro de Hacienda. Tampoco basta con ser un emprendedor muy exitoso para ser un gran mandatario, pues el éxito empresarial nunca ha sido credencial suficiente para dirigir correctamente un país”, escribió Ricardo Leiva, doctor en Comunicación de la Universidad de Navarra, España.
Ciertamente, estamos en el momento histórico de mayor creación de riqueza de la humanidad. Se calcula que alcanzar los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible, que incluyen erradicar la pobreza en todo el mundo, requeriría una cantidad de dinero de tan solo entre el 1% y el 4% del PIB mundial. ¿Por qué no lo logramos?
Para Max-Neef, la salida del laberinto es que la economía regrese a hacerse cargo. “Lo que propongo es una economía que sea coherente con nuestra realidad. Es una economía que debe sustentarse en cinco postulados básicos: 1) la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía; 2) el desarrollo tiene que ver con personas y no con objetos; 3) el crecimiento no es lo mismo que el desarrollo y el desarrollo no precisa necesariamente del crecimiento; 4) ninguna economía es posible al margen de los servicios que prestan los ecosistemas; y 5) la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito, que es la biosfera”.
Pero en la práctica, lo que sostenemos es un sistema que profundiza la desigualdad y desatiende los límites del planeta. ¿Cómo seguimos defendiendo un modelo de desarrollo que cada día separa un poco más al 1% del otro 99% de las personas del planeta?
Llevamos casi 30 años intentando resolver los mismos problemas, relacionados con la pobreza y la desigualdad, con la salud, la educación, la producción de alimentos, pero pasa el tiempo y no hemos hecho más que profundizarlos, porque el contexto también se hace más complejo de navegar.
Cada cuatro años, los partidos políticos y quienes pretenden llegar a la presidencia prometen tener la pócima mágica. Llegan al poder y sus soluciones no funcionan. El problema no es el cocinero, ni siquiera la receta, el problema está en los ingredientes, están expirados y podridos; por eso, nada se resolverá cambiando de partido o de personas, debemos cambiar el sistema.
Estamos a tiempo de reconocer que han cambiado todos los supuestos, que cada vez que creemos tener las respuestas, nos cambian todas las preguntas.
Costa Rica ha logrado más que muchos países más ricos o “desarrollados”. Hablo de éxito en lo ambiental, en lo social y en la percepción de satisfacción de su población, lo que algunos llaman felicidad.
Es un momento crucial para rediseñar un sistema que funcione para Costa Rica: uno poscrecentista, uno en el que la señora economía se haga cargo de administrar con responsabilidad los recursos finitos que son de todos y todas, no solo de una élite (global y local) que manipula las reglas a su conveniencia. Un país donde, finalmente, una economía sana, recobre la cordura y ponga orden en la casa.
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Karla Chaves Brenes es secretaria de Comunicación del Partido Agenda Democrática Nacional (ADN).
