Los semiconductores, con una producción de aproximadamente $30.000 millones, constituyen una industria más grande que la biomédica.
Dispositivos como transistores y circuitos integrados tienen sus orígenes en los años 60 y se utilizan en el trabajo, la comunicación, los viajes, el entretenimiento, el tratamiento de enfermedades, nuevos descubrimientos científicos y más.
Hace años, Estados Unidos empezó a revisar sus políticas para incentivar el desarrollo de sus industrias, que durante muchas décadas estuvieron fuertemente orientadas hacia el sudeste asiático.
La pandemia de covid-19 mostró que las distancias en los mercados son un factor crítico cuando se presentan riesgos del tamaño de la pandemia. Por lo tanto, la cercanía de algunos países hacia Estados Unidos se convirtió en una variable crítica.
Costa Rica, con su ubicación, posee una ventaja competitiva que no puede ser sustituida por países suramericanos, asiáticos, africanos o europeos. Se le suman nuestras ventajas comparativas, como la educación, la salud y la estabilidad política, que son esfuerzos que culminaron en una primera fase en 1948 y han continuado hasta hoy, junto con la presencia de empresas que ya producen semiconductores.
Intel, con su entrada en 1997, es la clave que marca la diferencia para que Costa Rica ingrese al mundo de los semiconductores. No está sola en América Latina, ya que México y Brasil tienen industrias similares.
El país necesita mejorar la cadena de suministros para confirmar por qué no se debe depender de los países del sudeste asiático. Sin embargo, para lograrlo, es necesario mejorar infraestructura de todo tipo: un nuevo aeropuerto internacional o por lo menos la reconstrucción del aeropuerto de Liberia, nuevas y funcionales carreteras, y puertos y una red ferroviaria más modernos.
También se requieren más compañías locales que se integren a la cadena de suministros. Aun así, Costa Rica no es suficiente para satisfacer las necesidades de esta industria, ni tampoco para las industrias de biotecnología, biomédicas y otras.
Se necesita establecer vínculos con otros países latinoamericanos, mejorando la transregionalización en la cadena de suministros y haciendo que sea más fácil y barato comunicarse con São Paulo que con Kuala Lumpur, de manera que muchos países latinos formen parte de la industria, y sustituir al sudeste asiático.
El impulso financiero para el 2024 proveniente del gobierno de Estados Unidos con la Ley de Chips impulsará una nueva era en el país, así como en Panamá. Permitirá reimpulsar los esfuerzos iniciados en 1997, por lo que es necesario aprovechar lo mejor de esto y realizar cambios en nuestros sistemas educativos, desde la escuela hasta las universidades y la educación técnica.
Deberíamos incrementar los esfuerzos en la educación dual, que brinde oportunidades a los egresados de secundaria que no deseen o no puedan seguir estudiando a nivel universitario y que deseen convertirse en buenos técnicos u operarios.
Recordemos que hay muchos trabajos técnicos que tienen salarios más altos que los egresados universitarios, como los pilotos de aviación comercial.
Dada la magnitud de esta inversión e industria, se necesitarán decenas de miles de operarios y técnicos, todos bien remunerados, y, por supuesto, miles de nuevos profesionales en diferentes tipos de ingenierías y carreras afines, que deben provenir de las universidades locales, tanto públicas como privadas, pero también de la región.
Ante esto, las universidades —suponiendo que el Ministerio de Educación cambie su actitud y desempeño, mejore las promociones estudiantiles con alumnos que mejoren sus habilidades en matemáticas y ciencias— deben adaptar sus carreras STEM a las nuevas condiciones para allegar profesionales con las habilidades necesarias a los procesos de ingeniería y la investigación y el desarrollo.
Debido a que las graduaciones de todas las universidades en carreras STEM no superan las mil personas al año, sería necesario al menos duplicar ese número.
Lo anterior, no debe ser a expensas de otras áreas del conocimiento y, mucho menos, cerrando carreras, sino invirtiendo más fondos en carreras STEM y graduados que además tengan habilidades en bilingüismo (inglés), capacidad de trabajo en equipo, capacidad de resolver problemas en equipo, sentido de colaboración y de comunicación.
El déficit de recurso humano calificado restante será llenado por estas compañías privadas, emitiendo certificaciones en competencias para personal no universitario e incentivando la movilidad laboral con profesionales que provengan de la región, de Asia o de Estados Unidos.
El autor es director de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional.