Si queremos ser un país desarrollado, Costa Rica debe convertirse en un país innovador. Diferentes naciones son muestra de que no importa tanto la cantidad de recursos naturales, sino el capital humano y su capacidad para resolver problemas creando productos y servicios.
La humanidad innova desde sus albores para afrontar los retos conforme han ido surgiendo, con el propósito de facilitarnos la vida. Desde la lanza, como una extensión del cuerpo para obtener comida más fácilmente, hasta los navegadores satelitales que indican la ruta más rápida para llegar a un destino. La innovación y la tecnología contribuyen a conseguir más con menos.
Costa Rica, sin embargo, cayó del puesto 3 al 12 en América Latina y el Caribe de acuerdo con el índice de innovación del 2022. Solamente invierte el 0,38 % del producto interno bruto en investigación y desarrollo, cuando lo recomendado es el 2,5 %.
A diferencia de países como Estados Unidos, donde las empresas privadas componen mayormente el gasto en investigación y desarrollo, no es de extrañar que las nuestras sean poco competitivas, innovadoras y tecnificadas.
Debemos enfocarnos en el capital humano, es decir, en producir profesionales de alta calidad en las carreras STEM (ciencias, tecnología, ingenierías y matemáticas, por sus siglas en inglés), que son las más demandadas y generadoras de innovación.
El sistema educativo debe pasar de la memorización y la repetición a ser un modelo fomentador de la creatividad y la resolución de problemas utilizando la ciencia, además de que esta debe convertirse en parte de nuestra cultura.
La cuarta revolución industrial toca a la puerta y se prevé que los trabajos manuales, de memorización y repetición sean cada vez menos apetecidos o desaparezcan.
Costa Rica debe centrarse también en la innovación endógena, no buscar que naciones u organizaciones externas vengan a hacerse cargo de nuestros desafíos. Para ello, debemos formar más investigadores, pues la mayoría se encuentran en las universidades públicas.
El gobierno, por su parte, debe propiciar un ambiente adecuado para la apertura de empresas y eliminar la burocracia y los cuellos de botella que obstaculizan las actividades empresariales.
La simplificación de trámites y el gobierno digital son tan solo dos retos inmediatos, ya que actualmente ocupamos el puesto 74 en una lista de 190 países, según el índice de facilidad para hacer negocios del Banco Mundial.
Costa Rica necesita diseñar un plan y una estrategia de largo aliento con respecto a en qué vamos a especializarnos como país, y aprobar políticas públicas que nos acerquen a ese objetivo y que se mantengan, sin importar quién o qué partido político esté en el poder.
Vinculando estos tres puntos e integrando la academia, el Estado y la empresa privada será posible la innovación. A través de la creación del sistema de la triple hélice daremos el salto al primer mundo.
Sueño con una Costa Rica donde surjan empresas altamente competitivas y tecnológicas, que conquisten los mercados internacionales con sus productos y servicios, y produzcan talento que diseñe y cree soluciones para los grandes problemas que aquejan al país y al resto del mundo.
El autor es ejecutivo de ventas.