Llorando copiosamente en mi consultorio, me trata de hacer entender las razones por las cuales no quiere regresar a Costa Rica, esta joven de 25 años, después de haber cursado con mucho éxito sus estudios de grado y posgrado en diferentes países.
Con su debida autorización, quiero compartir el sentimiento que embarga, no solo a Sofía, sino a muchos jóvenes que representan una gran fuga de talentos para una nación que los necesita pero que, a la vez, los desacredita y hasta los subestima.
Como Sofía, he tenido muchos pacientes jóvenes que no han podido tolerar la frustración y la indiferencia con que el país los recibe: engorrosos trámites que acrediten sus estudios, materia por materia (esos mismos cursos que han llevado en prestigiosas universidades) y hacer uso de burocráticos “papelitos” sellados, en vez de hacerlo aprovechando las facilidades tecnológicas que sí se brindan en el resto del mundo.
Agreguémosle a este calvario, los risibles salarios que nuestras instituciones o empresas ofrecen a estos muchachos y muchachas que vienen con una formación “envidiable”. Todos terminan regresando porque el país no acepta ni facilita que ellos nos devuelvan con sus conocimientos el sacrificio que han hecho al pagar altas sumas por querer ser excelentes profesionales, por querer surgir y por querer gratificar al país que los vio nacer.
Lo anterior no es nada… Entendí tanto cuando Sofía, llorando, me decía:
“Tengo derecho de vivir en un país sin sentir miedo todo el tiempo; tengo derecho de vivir en un país donde no me tenga que andar cuidando siempre de un asalto; tengo derecho de pasar horas en un parque con mi computadora sabiendo que nada me va a pasar; tengo derecho de andar en bus o taxi a cualquier hora de la noche sabiendo que voy a llegar segura a mi casa... Quiero caminar por las calles, quiero seguirme perdiendo sin encontrar la dirección que estoy buscando y saber que nadie me va a matar, o asaltar, o violar o secuestrar... Quiero creer o intentar creer en los políticos y no seguir defraudada… No quiero vivir en un país donde prevalezca la consigna del pachuco, un país en el cual las pachucadas están a la orden del día, un país donde permanentemente la mujer es acosada emocional, verbal y sexualmente porque la misoginia está en las calles, en las fiestas, en los bares, en las universidades y en muchos lugares de trabajo, y eso que Costa Rica se jacta de ser una sociedad igualitaria.... Amo a mi familia, pero no puedo vivir en Costa Rica tras las rejas; no puedo vivir en Costa Rica sabiendo que, otra vez, me van a quebrar los vidrios del carro; no puedo vivir en Costa Rica sabiendo que corro peligro si voy a una fiesta y regreso tarde en la noche…. ¡Entiéndame: yo no soy feliz en este país, aquí siento miedo siempre y quiero tener calidad de vida!”.
Pacientes que he tenido, como Sofía, han emigrado a Sudamérica, Europa, Estados Unidos, China, etc. No solo por mejores salarios y calidad de vida, sino porque ansían sentirse libres, manejar sin presas provocadas por “el hueco de la semana”, porque ya no pueden devolverse a la mediocridad a la que nos hemos acostumbrado los costarricenses…porque ya estos jóvenes no son domesticados como sí lo fuimos nosotros.
Cuando escucho la tediosa propaganda que hace alarde de que Costa Rica es el país más seguro de Latinoamérica, solo pienso en Sofía: en lo ubicada que está, en lo valiente que es al decir “hasta aquí”, en el futuro que le espera al pretender vivir sin miedo, sin tener que aparentar que cree en promesas políticas, sin tener que alimentarse todos los días de la paranoia que vivimos los costarricenses, sin tener que manejar con vidrios de ocho micrómetros o más en su carro para que no la asalten. Pienso en ella, cuando vaya a seguir usando su computadora o su celular en el lugar que quiera y a la hora que quiera, y cuando a su presente y su futuro no los determine el miedo…
¿Estará Sofía pidiendo mucho? ¿Podrán ser sus ambiciones elementales nada más que derechos humanos?
¿Por qué estos muchachos de tan alto nivel intelectual, y con una formación y capacidad crítica admirables, no quieren vivir en el país “más feliz del mundo”?