¿Cuántas noticias hemos leído recientemente sobre la inminente desaparición de los glaciares del Kilimanjaro? El último espasmo de alarmismo ambiental vino del trabajo más reciente del glaciólogo Lonnie Thompson, de la Universidad Estatal de Ohio, publicado en Science, en el cual predice el fin de los glaciares más o menos para el año 2020, basado en las tendencias actuales. ¿El culpable? El calentamiento global, por supuesto, o por lo menos eso es lo que nos quieren hacer creer los fatalistas.
Aparentemente todo es el resultado del calentamiento global causado por la perniciosa actividad económica del ser humano. Al menos eso fue lo que la Estatal de Ohio dijo en su comunicado de prensa, citando “las predicciones (de Thompson) de que estos cuerpos de hielo únicos desaparecerán en las próximas dos décadas, víctimas del calentamiento global.” Esto fue repetido en docenas de noticias aterradoras que aparecieron a partir del 17 de octubre en medios que van desde ABC hasta Yahoo Daily News.
Perspicacia crítica. Uno de los aspectos fascinantes del periodismo contemporáneo es la absoluta carencia de perspicacia crítica cuando se trata de miedos ambientales. Una inspección superficial de los datos brindados por el propio Thompson muestra que los glaciares del Kilimanjaro estarían muriendo incluso si el Homo sapiens todavía estuviera colgando de los árboles en el valle de Rift, unos pocos kilómetros al oeste.
Thompson citó cinco mediciones hechas al Kilimanjaro en 1912, 1953, 1976, 1989 y el 2000. De 1912 a 1953 la temperatura global aumentó 0,41°C. La mayoría de los científicos consideran que este calentamiento tiene que ver más con el Sol que con la actividad humana ya que la mayor parte de las emisiones de gases de invernadero hechas por el hombre tomaron lugar en la segunda parte del siglo pasado, no en la primera.
Los glaciares del Kilimanjaro perdieron un 45 por ciento de su extensión real durante ese período de calentamiento natural. Si los glaciares hubieran continuado derritiéndose a ese ritmo ya no existirían.
Sin embargo todavía están ahí. De 1953 a 1976 se descubrió otro 21 por ciento del área original. Esto se dio durante un período de enfriamiento global –sí, enfriamiento– de 0,07°C. En ese momento la Estatal de Ohio pudo haber reportado correctamente la siguiente hipérbole: “Los glaciares del Kilimanjaro desaparecerán completamente para el año 2015 si la tendencia actual al enfriamiento continúa”.
Información incorrecta. Es dolorosamente obvio que las temperaturas globales y el comportamiento de los glaciares del Kilimanjaro son muy independientes el uno del otro, al menos por décadas en la escala del tiempo. En su lugar, el clima de la zona debería cumplir un papel más importante. Desdichadamente, los análisis de los historiales locales del este africano muestran poca cohesión entre los termómetros cercanos, lo que quiere decir que la información está incorrecta, más que presentar el caso en contra de cualquier calentamiento o enfriamiento local.
Desde 1976 otro 12 por ciento de la masa original desapareció, el ritmo más lento de disminución desde 1912. Mientras que las mediciones de temperatura locales son claramente cuestionables, en 1979 comenzó el monitoreo satelital. Todos los científicos, incluso los apocalípticos más fervientes del calentamiento global, reconocen que los satélites son muy precisos en medir las temperaturas a la altura de los glaciares del Kilimanjaro, aproximadamente a 5.700 metros. De hecho, probablemente mide las temperaturas a esa altitud de una mejor manera de lo que lo hace al nivel del mar.
En los alrededores del Kilimanjaro, la información de satélite muestra un enfriamiento de 0,22°C desde 1979, lo cual es exactamente el mismo ritmo de calentamiento mundial entre 1912 y 1953 (0,09°C por década). Aun así, los glaciares del Kilimanjaro continuaron encogiéndose.
Thompson señaló que el período desde 11.000 a 4.000 años atrás era más caliente en África de lo que es hoy en día, y a pesar de esto el Kilimanjaro tenía glaciares porque también era más húmedo que ahora. Algunos estimados calculan que la precipitación actual equivale a la mitad de lo que era durante ese período caliente. Obviamente es la precipitación –no la temperatura– la clave de la glaciación en el Kilimanjaro.
Cuentos precipitados. ¿Fue la gente la responsable de que dejara de nevar? La precipitación en el este africano está altamente correlacionada con la actividad de El Niño en el océano Pacífico tropical. Durante el último fenómeno de gran magnitud, en 1997-1998, ¿cuántas historias escritas por los mismos periodistas y oficinas de prensa universitarias promulgaron la misma historia aterradora de que el fenómeno de El Niño se está haciendo más frecuente gracias al calentamiento global?
Si la gente está causando el calentamiento, y este a su vez incrementa la frecuencia de El Niño , entonces debería estar nevando más y más en el Kilimanjaro, más de lo que nevaba cuando las temperaturas eran mayores miles de años atrás.
Mientras que es fácil pensar que el calentamiento global y el Kilimanjaro están relacionados, cualquiera con una computadora pequeña podría haber revisado a ver si esto es así, simplemente al examinar la historia. Google.com registra 369.000 visitas a “historias de calentamiento global.” Para el historial de satélite más arcano, el cual es creado por un instrumento orbital conocido como unidad de sonda de microondas (USM), al escribir “historial de temperatura USM” uno obtiene únicamente 18.300 respuestas.
¿Recuerdan hace dos años cuando el New York Times se tuvo que retractar de una historia sobre el derretimiento del hielo de la capa polar? En ese caso los hechos estaban igualmente a unas cuantas teclas de distancia. El Kilimanjario resultó ser otro cuento precipitado por la comunidad periodística, la cual ha perdido su deseo por la investigación crítica basada en los hechos cuando se trata del ambiente global.