Pareciera que hay todavía muchos hombres haciendo fila para ingresar a la colección del Museo del Homo Obsoletus o Desfasatus . Y no digo que no haya mujeres que los ayuden. Algunas contribuyen, a pesar de lamentarlo mucho nuestra solidaridad de género.
No se amilanen, buenas chicas y buenos chicos del siglo XXI: surge siempre quien aporte la diferencia, como la señora digna, presunta víctima de la historia de acoso sexual parlamentario; posiblemente ella esté creando con su valiente denuncia un precedente, puesto que sucede en el meollo de un poder central. Señora, usted nos reivindica como sociedad: no ha sido ni complaciente ni cobarde, a pesar de la cruenta amenaza sobre su trabajo.
Hay tipos que padecen más abiertamente que otros del lesivo machismo; con todo y lo aburridos que resultan, causan serios estragos. Especímenes que, al acceder a alguna clase de poder, se creen con derecho a aprovecharse, dándose permiso para desatar sus fantasías lascivas o darle rienda suelta a su pobre vanidad. Algo así como lo que hacían señores de la época feudal, que creíamos superada, y más acá, gamonales palurdos e ignorantes: arrogarse el derecho de pernada.
No digo que no haya mujeres que consientan y hasta propicien la corrupción sexual –es así como se llama eso–, encandiladas por la “erótica del poder” , practicando el “usa-abusa” del intercambio de “favores” para medrar mejor en su lugar de trabajo. Triste y antiquísimo oficio, por cierto.
Claro que hay muchas otras con respeto por sí mismas. Diría yo, la mayoría. Una de ellas, la que sufrió el supuesto abordaje sexual del tal parlamentario, el cual desconoce la templanza.
Vaya preciada cualidad, la templanza, condición indispensable de quien asume personal a su cargo.
Quien tiene un ascendiente de poder sobre otra persona, cualquiera sea su índole (profesor-alumno, jefe-empleado, etc.) debe estar consciente de cuán delicada deviene la psicología humana en cuanto a relaciones de obediencia, por el peligro de deformaciones tales como abuso, miedo y sumisión.
En el caso de marras, sorprende mucho la actitud de algunas congresistas del partido del diputado cuasiimputado, que minimizaron su infracción.
Como madre de una hija, quiero decirle a mi muchachita, y a toda su generación: sea íntegra, honesta, solidaria y respetuosa; que el universo la libre de los aprovechados de algún tipo de poder, pero no se haga ilusiones con la lucidez de género de otras mujeres. Lamento mucho decírtelo: el mundo aún nos quiere someter a rituales abusadores de un machismo que, increíblemente, algunas mujeres han asimilado como cómplices.