Desde el siglo pasado (1915) Guanacaste pide, insiste, que le devuelvan parte de su península (Lepanto y Paquera), adscrita a Puntarenas por razones de eficacia administrativa y de orden electoral.
El decreto lo emitió el presidente Alfredo González Flores, pero se apartó de la Ley de división territorial , n.° 76, del 7 de junio de 1909, que afirma: "solo por ley podrán ser alterado los límites de provincias". Y se apartó, también, del artículo 134 de la Constitución vigente entonces, la de 1871. Dos recursos de inconstitucionalidad se ha presentado ante la Sala Constitucional, pero esta los ha rechazado por estimar que no es materia de su competencia, sino de la Asamblea Legislativa. Por fortuna existe dictamen de mayoría afirmativo para la modificación legal respectiva. En decretos ejecutivos de 1841, 1851 y 1862, atinentes, entre otras cosas, consta que ninguna porción de la península de Nicoya pertenece a Puntarenas.
Es un antecedente histórico valioso y contundente. El decreto de González Flores de 1915 debió a ajustarse también a la Ley de elecciones , n.° 28 del 30 de noviembre de 1908, la precitada n.° 76 de 1909 y la Constitución de 1871. El nuevo cantón se llamaría Península.
Como es de todos conocido, ya no persisten las causas de faltas de vías de comunicación terrestre, menos ahora con nuevo puente sobre el Tempisque.
Ya es mucho esperar, casi un siglo, para que el asunto se resuelva. Y si bien la actual Asamblea Legislativa ha sido receptiva y aprobó en comisión la reforma legal pendiente, no debe posponerse su aprobación final por la misma circunstancia de contar con dictamen de mayoría afirmativo.
La celeridad se impone. El día que en Costa Rica tengamos otra noción del tiempo y se aproveche al máximo en todos los órdenes de la vida, sin perderlo en discusiones y dilataciones que son la negación del progreso, la democracia y la libertad republicana, se alcanzaría un desarrollo más dinámico, múltiple y próspero, eficaz y expansivo. Y, desde luego, se lograría una mejor administración de la cosa pública y un mayor bienestar material y humano.
El cansancio moral que se manifiesta en numerosas expresiones de la vida del país, tanto públicas como privadas, obedece en buena parte a esa lentitud para resolver del Estado (asombra su red de instituciones) y de las municipalidades (salvo excepciones, son fuerza negativa).
Toda la provincia de Guanacaste ha sufrido en carne propia esa lentitud que es perjuicio. El retraso y la desidia truncan esperanzas, frustran y desaniman: hay depresiones colectivas. Se hará un gran bien al país el día en que el Gobierno cuide las cosas pequeñas. Lamentablemente, tan valiosa y querida provincia no ha escapado de ese trato injusto y desdeñoso. Como ciudadano, solicito, con todo derecho y respeto, a los señores diputados que aceleren los trámites para esta reintegración. Hay muchas razones e imponderables para que la península la geografica cuente con su Península, con los dos cantones "expatriados": Lepanto y Paquera, que se cercenaron a Guanacaste por razones de eficacia administrativa y de interés (elección de presidente).
Deber de correspondencia. Si en julio celebramos la Anexión del Partido de Nicoya, sintetizada en la gloriosa frase: "De la patria por nuestra voluntad", pervive el deber de correspondencia, que no admite dilación. Razones legales e históricas de este "reintegro" se encuentran en el magnífico estudio del exmagistrado Julio César Jaén Contreras El Partido de Nicoya y su integración a Costa Rica , publicado en el 2000 por la Universidad de Costa Rica. Contiene un anexo de documentos históricos que lo hace aún más valioso.
Ulpiano, el gran jurista de la antigüedad, decía que justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo. Guanacaste merece esta justicia.
Si yo tuviera que votar para que cuente con el cantón de la Península, lo haría complacido por gratitud a los próceres de la Anexión y pensando en los actuales compatriotas, con tantos años de atesorar en sus corazones esta esperanza.