Las teorías contractualistas, postuladoras todas de la formulación de un pacto social que permite a las sociedades pasar de un punto de ausencia de acuerdo a otro de acuerdo, nos ofrecen un marco adecuado para pensar en la necesidad de formular en el país un nuevo pacto social que posibilite la convivencia, pasar de la imposibilidad de llegar a consensos, a unos acuerdos formulados a partir de unas ideas fuerza capaces de aglutinar las voluntades colectivas.
La búsqueda de esas ideas fuerza, así como los mecanismos para llegar a ellas y mantenerlas vigentes, parecen ser el más grande reto nacional; de esto hablaremos en las líneas siguientes.
La andadura democrática del país nos ha permitido engendrar un par de ideas fundantes: la democracia política, acompañada de democracia económica; es decir, una democracia radical, anclada en la alternabilidad en el poder y una cuidadosa división de poderes, junto a una redistribución de los beneficios económicos generados por la estabilidad social y política que solo las democracias serias son capaces de producir.
Pesadilla. Junto a lo anterior, debemos señalar que hemos sido menos buenos en generar los mecanismos capaces de mantener en el tiempo el binomio anterior. En efecto, las formas, los procedimientos para renovar ese pacto socioeconómico y darle continuidad temporal, nos ha resultado una verdadera pesadilla. Qué ideas renovar, cuáles eliminar y cuáles engendrar nos ha resultado una verdadera Torre de Babel.
Para mantener la vigencia de nuestro pacto republicano se requieren necesariamente los mecanismos de diálogo adecuados que nos permitan intersectorialmente, y yendo bastante más allá de las prácticas sectarias y gremialistas, llegar a consensos y a renovar nuestras ideas fuerzas, republicanas y aglutinadoras. Se hace imperiosa la necesidad de encontrar la forma de llevar a la práctica los diálogos sociales intersectoriales, única forma de reforzar a la democracia moderna, la de este 2007, transparente, pluralista e irreverente, y sus mecanismos de gobierno y participación.
Con un fin. Como puede verse, se trata de una socialdemocracia renovada, pero no solo por su apertura al mercado –caso ante el cual solo estaríamos frente a una versión tropical de la bastante difusa tercera vía–, sino también por sus procesos de participación ciudadana, caracterizados por la amplitud de su convocatoria y por la sistematicidad de los procesos. Es decir, no solo hablar, hacerlo para algo y orientados por un procedimiento que permitan no caer en discusiones eternas y estériles.
Finalmente, este nuevo pacto, democrático y dialógico, deberá hacer el esfuerzo permanente por no solo ser formal, sino real; es decir, incidir en la vida de la gente, mejorándola sustancialmente, a través de unas políticas sociales dinámicas, con claro objetivo redis- tribuidor, unas de carácter universal para la totalidad de la población y otras selectivas para los grupos en riesgo.