Opinión

Hombre de dos reinos

La calidad gongoriana de vida poseía el timbre de lo espiritual

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Una tarde, serían las tres y el café se nos enfriaba en la taza, Enrique Góngora me habló de sus ideales de juventud: "Yo quería conocer el mundo, reflexionar sobre las cosas", dijo Enrique; y allí, de la frase, emergió el joven remoto, soñador. Era el mismo que había entrado conmigo a la "soda" próxima a la UNED unos segundos antes.








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