El cuerpo humano es una magnífica muestra de balance entre centralización y descentralización.
El sistema nervioso, que gobierna el todo, se divide entre el sistema central y el periférico. El central toma las decisiones superiores y regula las emociones básicas; estas últimas, mediante mecanismos parcialmente automáticos.
El periférico se encarga de las funciones metabólicas, del control de los sistemas básicos y de regular las respuestas automáticas o semiautomáticas a los estímulos básicos externos.
En la misma forma se debe enfocar la cuestión entre centralización y descentralización en el sistema político.
Descentralizar el control para que el ciudadano pueda ejercerlo; las funciones metabólicas del Estado y la respuesta local a los problemas periféricos, pero no aquello que es vital para la unidad del conjunto.
Por eso, es una tontería hablar de descentralizar territorialmente los contenidos de la educación o la regulación del urbanismo y, en general, lo concerniente a esa unidad.