Hay personas que dejan huellas y otras que hacen historia. Enrique Soto Montoya era maestro de la ingeniería estructural del país y fiel exponente de la historia alajuelense. Su creatividad y su imaginación las plasmó en edificios, en la planta hidroeléctrica de Puente de Mulas y en la remodelación del acueducto de su Alajuela natal.
En la década de 1940, los costarricenses disfrutaron de su cultura, inteligencia, buen humor y voz sonora a través de radio Alma Tica. Con enorme pasión, declamaba los anuncios comerciales, comentaba las noticias, presentaba los sucesos y, de vez en cuando, sus chistes elegantes. Los ticos se privaron de sus genialidades cuando se graduó como ingeniero civil.
Refinado y pícaro. A los 86 años de edad, hasta que se marchó para siempre, era un joven cordial, alegre y enamorado de su profesión. La bufanda, sus sombreros ingleses y el bastón fueron sus fieles compañeros. Con un lenguaje refinado y lleno de picardía, describió a la Alajuela del siglo pasado en su obra literaria.
Enrique Soto Montoya está en el corazón de los costarricenses, y su nombre e imagen se colocarán en el parque central. También se ganó un lugar en la galería de alajuelenses distinguidos, a la par de Anastasio Alfaro, León Cortés, Otilio Ulate, Alejandro Morera, Rómulo Valerio, Próspero Lizano, Carlos Manuel Reyes Zamora, Rafael Á. Cortés Solano, Álvaro Chacón Jinesta y Carlos Luis Fallas, entre otros.