En el marco de las celebraciones de la gesta heroica del soldado Juan Santamaría, el 11 de abril de 1856, en la ciudad de Rivas varias preguntas resuenan en Costa Rica. ¿Cuál es la importancia de la acción? La gesta ¿interpela a la sociedad contemporánea? Son preguntas para las cuales no hay una respuesta definitiva. Investigaciones académicas ofrecen explicaciones que muestran la importancia de la Campaña Nacional (1856-1857) (Guerra Nacional en Nicaragua) para la formación de la identidad costarricense y nicaragüense. En efecto, la formación de la nacionalidad tica giró, desde la década de 1880, alrededor del rescate de la gesta como una guerra de independencia sustituta por sus características particulares como fue la defensa del suelo patrio y la soberanía nacional ante el invasor extranjero.
Asimismo, sabemos que la gesta dejó de interpelar a los ciudadanos de mediados de 1910. ¿Por qué? Además, hoy nos preguntamos qué sentido tiene la Campaña Nacional para nuestros contemporáneos. ¿Se agotó su discurso? Con estas preocupaciones participé en una actividad el 11 de abril frente al edificio de Correos, San José. Varios aspectos de la experiencia fueron interesantes. Uno de ellos fue la premisa con la que asistí porque erróneamente pensé que los participantes seríamos “cuatro gatos”. Gran sorpresa fue ver cómo en la plaza en honor a Juan Mora Porras, expresidente y comandante en la guerra contra los filibusteros, se completó un grupo heterogéneo compuesto por unas 300 ó 400 personas de diversas nacionalidades y de todo rango social y de edad. Antes de la actividad un discurso dado por una representante del Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC) hacía una interesante relectura de la participación costarricense en la Campaña Nacional. En tal actividad, hoy como ayer, Juan Santamaría representa el valor del “pueblo humilde” e invisibilizado de Costa Rica. La representante del SEC consideró que los/as nuevos/as Juan Santamaría deben volver a tomar la iniciativa y enfrentarse valerosamente contra las fuerzas invasoras, esta vez, personificadas por el TLC. El aplauso que recibió fue impresionante. De esta forma, la relectura contemporánea coherente de la gesta muestra que la Campaña Nacional aún convoca.
La Campaña Nacional. Históricamente, no solo ha sido cuestionada por la pertinencia o no de celebrar la hazaña, sino también se ha debatido la veracidad de la existencia del soldado Juan. Para responder esta pregunta se debe revisar el proyecto liberal decimonónico. La selección de héroes responde a la necesidad de proveer de contenido cultural al nacionalismo oficial. Este tipo de nacionalismo fue diseminado por los estados al utilizar un conjunto bastante diverso de medios e instituciones, entre las cuales la estatuaria cívica y las conmemoraciones, lograron convertirse en el complemento simbólico-cultural de las reformas liberales. La recuperación de la Campaña Nacional en el marco del proyecto liberal, inicio un cambio en la cultura política costarricense que permite analizar la forma en que el Estado logró seleccionar y organizar la simbología nacionalista en función de sus intereses hegemónicos, mediante la oficialización de nuevos días de fiestas patrias, de ceremonias y con la creación de un panteón de héroes.
Juan Rafael Mora fue el primer presidente en celebrar la Campaña Nacional. Sin embargo, el elevado costo humano y económico que supuso la guerra limitó las posibilidades de utilizarla como base para articular proyectos políticos y culturales más amplios. Con la caída de Mora, en 1859, y su posterior fusilamiento en 1860 –junto con el general José María Cañas–, la Campaña fue cubierta con un discreto silencio oficial, lo que impidió los gobiernos subsiguientes, desafectos a la figura de Mora, celebraran la campaña contra el filibusterismo yanqui. La recuperación simbólica de la guerra de 1856-1857 tuvo que esperar casi treinta años, cuando la intelectualidad liberal rescató la Campaña Nacional como base de la nacionalidad costarricense.
El rescate estuvo asociado con la cobertura que proporcionó el sistema educativo para fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. De este modo, la infraestructura educativa formal sirvió para movilizar un contingente de costarricenses que se aprestaron a conmemorar anualmente la gesta de Rivas en la alborada del siglo XX. Asimismo la representación cíclica de la proeza posibilitó que un contingente de ciudadanos-espectadores aprendiera la historia nacional, cantara los himnos y se reconociera en la simbología nacionalista. Lo impresionante es que, ya en 1915, se cuestionaba la forma en que se conmemoraba y la pertinencia de tal efeméride. En ese momento el énfasis del discurso identitario cambió y se preocupaba por la transformación social y económica de Costa Rica. Motivo por el que, el debate nacional se centró en la tenencia de la tierra y en aspectos sociales como fueron salarios, jornada laboral, pobreza, justicia social y raza. En este contexto se revisó el panteón nacional y se revalorizaron figuras que habían aportado en el campo educativo y religioso.
Participación de varios soldados. Volvamos al 11 de abril de 1856. Los costarricenses participaron en tres batallas antes de la de Rivas, en Santa Rosa (20 de marzo), en La Virgen (7 de abril), y Sardinal (10 de abril). En Rivas, el ejército costarricense compuesto aproximadamente por 2.000 soldados logró tomar la ciudad. La acción provocó que el filibustero William Walker decidiera recuperarla. En momentos de sumo peligro y ante la necesidad de desalojar a los filibusteros, el cartaginés Luis Pacheco Bertora se despojó de su camisa con la cual hizo una tea y prendió una de las esquinas del Mesón de Guerra. Resguardado por la pared del edificio, caminó hasta la otra esquina con el objetivo de repetir su proeza. En su intentó resultó gravemente herido por el fuego enemigo. Al quedar inconsciente, el nicaragüense Joaquín Rosales hizo un valeroso segundo intento, en el cual perdió su vida. Posteriormente, Juan Santamaría tomó la tea, terminó de prender el mesón y también perdió su vida. El incendio del edificio debilitó las fuerzas invasoras y provocó su retirada al día siguiente. En la batalla considera que se perdieron unas 500 vidas costarricenses y entre 200-250 de los enemigos. Recordar todos los intentos no pretende desmerecer la figura de Juan Santamaría, sino, por el contrario, resaltar la participación de varios soldados que dieron su vida en la lucha por la libertad y la soberanía nacional.
¿Vivió o no Juan Santamaría? Existe un sinnúmero de investigaciones que intentan descubrir la “verdadera identidad” del soldado Juan. Todos encontraron la primera referencia del soldado en un documento de 1857, cuando su madre, Manuela Carvajal (o Gallego), solicitó una pensión al Gobierno basada en la muerte de su hijo. El ministro de Hacienda y Guerra la dio como válida y se la concedió. De Juan, quien nació en 1831, se sabe que sí fue a la escuela y que trabajó desde su niñez como vendedor de dulces, encalador, boyero, serenatero y tambor. Fue este último oficio el que provocó su participación en el ejército costarricense. Juan era un mulato, por lo cual era conocido como “El Erizo”. Precisamente, esta virtud motivó que el discurso oficial costarricense liberal tuviera que hacer un esfuerzo para “blanquearlo” con el objetivo que calzara con la construcción ideológica, en proceso, de una nación “homogénea” y “blanca.”
Valores de la gesta. Las dudas, que para fines de siglo XIX presentaban la “verdadera” existencia del soldado Juan, provocaron que el Club Liberal de Alajuela recogiera el testimonio de artesanos que habían participado en la Batalla de Rivas con la finalidad de confirmar la veracidad del acto. Los resultados se publicaron en forma de panfleto, cuya edición coincidió con la inauguración de la estatua, el 15 de setiembre de 1891. En suma, el objetivo del nacionalismo oficial, al seleccionar al soldado Juan como héroe, fue uno: interpelar con su ejemplo a las clases populares.
¿Importa o no si Juan Santamaría existió? Personalmente considero que no porque lo meritorio de la gesta son los valores que en sí representa. La gesta sigue viva porque brinda la posibilidad de una relectura contemporánea y permite recordar a los costarricenses que son capaces de defender el territorio nacional (la madre patria) y la soberanía de cualquier tipo de invasor extranjero.