Opinión

La dictadura del Plebeyo

El iletrado defiende su "derecho"a la ignorancia

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La comunidad negra de una ciudad californiana conmocionó recientemente el établissement educativo de los Estados Unidos, al exigir que las escuelas de su condado incorporaran dentro de su programa académico la enseñanza de la jerga conocida como ebonics. El dialecto en cuestión no es otra cosa que una aberración lingüística, un atropello a todo lo que en el inglés hay de noble y universal, en suma, una jeringoza ininteligible para quien no pertenezca al reducido grupo étnico que la cultiva. Poco importó a los quejosos el que aún las más señeras figuras afroamericanas del momento --el reverendo Jackson y el laureado escritor Gaylor entre ellas-- desaprobaran su petición. Los prosélitos del ebonics demandaban que su argot fuese estudiado con la misma formalidad con que se enseñaba la lengua de Shakespeare. A pesar de sus protestas y barricadas, el ebonics no logró obtener el rango de asignatura que sus beligerantes partidarios pretendían conferirle.








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