Recientemente, la sociedad costarricense se ha dividido en dos conglomerados respecto a la figura presidencial. Pareciera que de cualquier político se espera que tome una posición en relación con el proyecto político chavista.
Sin embargo, un análisis profundo de la realidad nacional lleva a otra conclusión: la supuesta relevancia de los ajenos y cercanos a la órbita oficialista palidece al considerar el alto número de personas que no toman un bando del todo. Aunque una fracción de la población se mantiene atenta y activa con miras a los comicios de febrero próximo, muchos otros no podrían sentirse más alienados de estos.
Desde el campesino de la tercera edad cuyo oficio no le abre muchas posibilidades de informarse hasta el joven cautivo en su infinito desplazamiento por las redes sociales, vivimos en una sociedad donde conocimientos como la forma en que son elegidos los diputados o la separación entre el Partido Progreso Social Democrático y el chavismo, son datos reservados a un minúsculo sector de la población.
La ignorancia política, lejos de ser motivo de vergüenza entre las grandes mayorías de la sociedad costarricense, debería reprochársele a sus causantes, quienes se ven beneficiados de ese bajo nivel de conocimiento. Se interpuso incorrectamente en la perspectiva popular que recurrir a calificativos como el Turqueso aumentaría el interés político, lo cual parece ser cierto solo en el papel.
Una prueba de esta ignorancia se encuentra en la necesidad que hubo de una expresión simplona de un cantante puertorriqueño para que la juventud costarricense fuera expuesta al fenómeno de la gentrificación, que lleva años en las mesas de conversación política.
De vuelta al rol de la juventud en el conglomerado apolítico costarricense, la mayoría de estos jóvenes no necesariamente tiene pensado abandonar Costa Rica ni tampoco cuenta con la certeza de un futuro con seguridad financiera. Sin embargo, muchos no reparan en que las decisiones que tomen hoy tendrán consecuencias que van a retumbar en sus vidas durante largo tiempo. Y ese aparente desinterés de muchos jóvenes por informarse adecuadamente puede terminar otorgándoles el poder a personas cuyas intenciones no son buenas.
En otro lugar o momento, la indiferencia respecto a la política no sería preocupante. En Suiza, por ejemplo, la sociedad se encuentra en una línea continua a favor del progreso indistintamente de quiénes sean los gobernantes de turno. Lamentablemente, ese no parece ser el caso de Costa Rica.
Los próximos comicios serán una ocasión esencial para definir aspectos determinantes de la Costa Rica del mañana, empezando por nuestro propio sistema democrático. No será una elección cualquiera y es vital que la población tome conciencia de lo que está en juego y de como se verá afectada por los resultados.
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Antonio Figueres Obando es estudiante de undécimo año del Colegio Yorkín.
