Siempre me he sentido orgullosa de ser costarricense; sin embargo, hoy siento que mi país ya nunca será el que fue, porque ahora a nadie le puede caber duda que en él no existe libertad de expresión. Independientemente de quién sea el autor intelectual del crimen del señor Parmenio Medina, lo que queda claro es que este hombre ha muerto por realizar una labor investigativa.
Este hecho tiene serias implicaciones para nuestras vidas; pues mediante la intimidación se irán callando las voces de quienes se dedican a informarnos sobre la verdadera Costa Rica, aquella que a pasos agigantados se va deteriorando.
No obstante, me rehuso a perder la esperanza en mi tierra, en mi gente, y por eso le ruego al gremio periodístico, que no permita que su labor sea coartada. No repitamos la historia de otros países. Ruego a Dios para que éste no sea el primero de muchos lutos que tenga que guardar nuestro pueblo.
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