Para nadie es un secreto que la evaluación ha aportado valiosas herramientas de medida en gran cantidad de disciplinas, incluida la educación. Se han usado de diferente forma para determinar el logro proyectado por el sistema educativo nacional.
Sin embargo, pese a la preocupación por la evaluación, nuestro sistema se deteriora día con día. Como ejemplo, basta observar las respuestas de los estudiantes en los desfiles de efemérides, los resultados en las pruebas nacionales, su comportamiento dentro y fuera de la institución o el índice de violencia entre maestros y compañeros de aula. Los conocimientos adquiridos hoy se desvanecen al día siguiente de las pruebas.
Así, el sistema educativo nacional se ha deteriorado porque nos ha hecho creer que educación es solo conocer de memoria unos contenidos de las mal llamadas “materias básicas”. Pero, básicas son todas las materias del currículo. Por eso, lo único importante según esta propuesta del MEP es lograr una nota en las pruebas nacionales o ganar el año, sin atender el crecimiento interno del ser humano.
Formación. Ante esa posición educativa, se ha restado importancia a la evaluación formativa, que también observa aquellos aspectos del currículo dedicados al desarrollo de valores como solidaridad, amabilidad, amistad, respeto, etc. Las pruebas de papel y lápiz hacen énfasis en la memorización y la habilidad para resolver problemas, pero dejan de lado otros aspectos en la instrucción del individuo como ser humano.
En este contexto, las pruebas nacionales y otras cuantitativas restan importancia al conocimiento holístico y a la integración de ese conocimiento en el crecimiento intelectual, moral y social de los individuos. En consecuencia, este tipo de aprendizaje cierra el paso a actividades que requieren alto nivel de pensamiento y análisis, porque las personas se dedican a recitar contenidos y a buscar una nota, actitud que no reintegra una estructura cultural al estudiante en mejorar no solo de lo académico, sino toda su formación humana.
Por esa razón y otras, se han perdido los valores, ha aumentado el índice de violencia en las instituciones educativas, ha bajado el rendimiento académico, crece la deserción estudiantil, en fin, el uso de un solo proceso de evaluación ha desmejorado la educación costarricense.
Opción. El uso adecuado de las diferentes formas de evaluación, permite valorar integral y simultáneamente a los estudiantes. Es cierta la necesidad de evaluar los conocimientos, pero sin desvalorizar las habilidades, actitudes y valores, que también son parte integral de la estructura social del individuo. De qué sirve a un estudiante recitar de memoria la materia de un determinado curso si no puede siquiera respetar y tratar adecuadamente a sus compañeros de clase.
Se han de tomar medidas necesarias para evaluar y contabilizar en la nota del estudiante aquellos elementos relacionados con el trabajo en equipo, habilidad para explicar ideas, buen trato a los compañeros, limpieza del aula, apoyo a las actividades de la institución, colaboración con los grupos sociales; en fin, existe un sinnúmero de actividades de crecimiento humano no contabilizadas en la nota; por esa razón, el mal clima escolar que se respira en las instituciones educativas de todo el país, pues solo cuenta lo que el estudiante memoriza.
La evaluación posee incontables formas de aplicación; por tanto, lo único que debemos hacer en nuestro sistema es utilizar los métodos tradicionales o alternativos que más se adapten a las necesidades de valoración de las actividades estudiantiles, manteniendo unidad en el peso de la nota en cuanto a las actividades de conocimiento específico y a las de crecimiento humano. Así no desvalorizaremos las últimas. Porque, de continuar valorando solamente las de conocimiento memorístico, se perderá el ser humano que nos ha distinguido como nación.