Recuerdo una conversación que tuvimos hace muchos años con un presbítero que los presentes queremos y respetamos. Era Semana Santa y, no recuerdo a raíz de qué, él especuló sobre cuándo ocurriría la "segunda venida" de Jesucristo a la Tierra. Inmediatamente le respondí que ya había vuelto, pero que pocos se habían dado cuenta porque bajó con el nombre de Abraham Lincoln. Este inteligente sacerdote me respondió que no sabía si eso era cierto, pero que, de todas maneras, estaba seguro de que a Dios no le hubiera importado que Lincoln lo representara en la Tierra.
Me parece que viendo cómo quedaron las cosas aquí después de su venida, Jesucristo debe estar satisfecho del marco ético y moral que señaló como medio de la salvación eterna y que ha sido acogido por el "cristianismo" del mundo, pero no podrá sentirse muy contento del resultado de su apostolado en cuanto a alterar en forma significativa el comportamiento humano, tanto individual como colectivo.
Control laico. La prédica sola no logró los fines por los que sacrificó su vida en su primera venida. La conducta del ser humano 2.000 años después no le debe parecer muy diferente del que encontró entonces. Por lo tanto, no sorprendería que escogiera, como medio de domar al reacio bichito Homo sápiens que su Padre creó, someterlo al control de instituciones laicas en un intento de forzar un cambio paulatino en su comportamiento. Para lograr esto, habría tenido que venir la segunda vez, como político.
Lincoln fue un político. Como predicador jamás hubiera terminado con la esclavitud, de la misma forma como no se ha eliminado el pecado desde el púlpito. No le quedaba otra alternativa que alcanzar el poder para de ahí terminar con esta terrible lacra. "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud". Gálatas 5.1.
Fue hijo de padres pobres y no recibió una educación formal, pero de niño leyó todo lo que su madre le conseguía y de ella recibió la Biblia y conoció a Shakespeare. Aprendió a creer en Dios, que fue el norte de su vida, pero también a conocer el lado oscuro del comportamiento humano que el maestro Shakespeare le enseñó.
Súplica religiosa. Hay muchísimos ejemplos de la comunión constante y muy pública de Lincoln con su Dios. Siempre estuvo presente en sus grandes sermones. No eran discursos lo que pronunciaba porque en ellos evangelizaba. Hacía alarde públicamente de su fe en que él era un simple instrumento de su voluntad. Su mensaje en Gettysburg es una súplica religiosa. Implora "que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la Tierra". Pero su sermón más extraordinario fue el que pronunció el día de su segunda inauguración como presidente. Los asistentes esperaban oír de él un informe sobre el estado de la guerra civil que entraba en su etapa decisiva, pero los defraudó diciéndoles simplemente: "el progreso de nuestras armas lo conoce tan bien el público como yo". El tema central fue que "el Todopoderoso tiene sus propios propósitos". Refiriéndose al Norte y al Sur dice: "Ambos leen la misma Biblia y oran a un mismo Dios y ambos invocan su ayuda contra el otro..., pero las súplicas de ambos no podían ser complacidas.... El Todopoderoso tiene sus propios propósitos". Y termina con una oración que podría venir de arriba: "Con mala voluntad hacia nadie, con compasión para todos... esforcémonos para terminar con la tarea a la que estamos enfrentados: sanar las heridas de nuestra nación; amparar a quien ha sufrido en la batalla y a su viuda y a sus huérfanos; hacer todo lo que nos conduzca a una paz justa y perdurable entre nosotros y con todas las naciones".
A Lincoln lo asesinaron el Viernes Santo del año 1865. Esto puede haber sido una casualidad, pero también puede no haberlo sido.