El entretenimiento cinematográfico Código Da Vinci y el televisivo Evangelio prohibido de Judas, carecen de seriedad histórica. Pero, como de los males hay que sacar bienes, me referiré a la formación de los evangelios, su género literario y la crítica textual.
De ninguna obra clásica de la antigüedad (pagana o cristiana) se conservan los originales. Solo tenemos manuscritos que son copias de copias. Existen dos clases de manuscritos del NT: los escritos en piel de animal que, al ser cosidos forman los códices, y los papiros, el papel de los egipcios. El códice más antiguo se conserva en la Biblioteca Vaticana, de ahí su nombre: códice Vaticano. Contiene casi todo el NT y es del siglo IV. Otro códice importante es el Sinaítico, descubierto en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí. Proviene también del siglo IV y se halla en el Museo Británico. Se conservan otros códices del siglo V. En cuanto a los papiros, el más antiguo hasta ahora descubierto data de la primera mitad del siglo II, contiene un fragmento del evangelio de Juan y pertenece a la Biblioteca John Rylando, Manchester.
Para suplir la ausencia de originales, se recurre a la crítica textual, que busca la reconstrucción del original a partir de las familias de copias. El concepto de "familia" indica que un manuscrito proviene de una o varias copias anteriores, sus "progenitoras". Mediante la comparación de los manuscritos, se establece el texto original de manera muy confiable. Las traducciones de ediciones críticas a las lenguas modernas, como la Biblia de Jerusalén, consignan en notas de pie de página las variantes más notables.
Los papiros encontrados y su convergencia con los códices indican que el más reciente de los libros del NT, el evangelio de Juan, estaba escrito, tal como lo conocemos hoy, antes de finalizar el siglo I. Las cartas de San Pablo son anteriores a los evangelios, cuya compleja formación veremos brevemente.
De la tradición oral a la escrita. Gran parte del contenido de los evangelios es anterior a su formulación escrita. El sustrato más antiguo proviene del mismo Jesús, que envió a los doce a predicar con instrucciones precisas (cfr. Marcos 6,37-12) y los proporcionó un instrumento de predicación. Luego viene la Pascua, acontecimiento revelador de la verdadera y hasta entonces apenas sospechada dimensión del Nazareno. Cada uno de los acontecimientos y las palabras de Jesús se valoraron a la luz del Resucitado.
El propósito central de los evangelios consiste en proponer la indisoluble unidad entre Jesús de Nazaret y el Cristo resucitado. Es una y la misma persona el hijo de María, el que anunció a Dios como nuestro padre, el crucificado, el exaltado a su derecha y el predicado por los primeros cristianos. Nace así el género literario "evangelio", creación de la primitiva comunidad para anunciar la buena noticia. Ni una biografía ni una crónica podían suplir las necesidades de la predicación, el debate, la catequesis, el culto... Antes de consignarse por escrito en las cuatro versiones que encontramos en la Biblia, el evangelio era una tradición oral. San Pablo utiliza 60 veces la palabra 'evangelio' sin referirse a un escrito, sino a Jesús el viviente. Este magma fluido e incandescente se trasmite de boca en boca y se adapta a las necesidades concretas de las comunidades para solucionar asuntos específicos. Se va diversificando a partir de su unidad originaria, sin contradicciones de fondo.
Desaparecidos los primeros discípulos, esas tradiciones orales diversificadas se escriben, se recopilan y se ordenan según criterios teológicos. La primera recopilación se atribuye a Marcos y habría sido redactada hacia el año 70. Según una hipótesis consolidada, el evangelio de Mateo (redactado hacia el año 80) y el de Lucas (escrito antes del 90) habrían tomado como fuente a Marcos, además de un texto perdido denominado Q (del alemán "quelle", fuente). Lo anterior sin perjuicio de que Mateo y Lucas hayan aportado materiales de su propio "archivo" y conferido sus particularidades interpretativas. El texto del evangelio de Juan procede de otras tradiciones y se habría redactado entre los años 70 y 90. La Iglesia, extendida por el Imperio Romano, usaba esos textos en la liturgia. Los vio como suyos porque habían nacido de su seno y ese fue el criterio decisivo para declararlos canónicos, es decir, regla de fe. Escribe Justino en el siglo II: "El día del sol (el domingo) se leen las memorias de los apóstoles", y en otro pasaje: "Esas memorias se llaman evangelios".
Hubo quienes aprovecharon el éxito de los evangelios genuinos y escribieron otros por cuenta propia. Unos cuarenta años después del evangelio de Marcos apareció el primer evangelio apócrifo. La palabra "apócrifo" indica textos falsamente atribuidos a un autor sagrado, para beneficiarse de su prestigio, costumbre no tan mal vista en su tiempo. Los apócrifos se pueden dividir en dos clases: los redactados para satisfacer la curiosidad y la piedad popular y los gnósticos. Quizás el evangelio gnóstico más antiguo sea el de Tomás, de finales del siglo I o principios del II. Los apócrifos gnósticos difunden ideas contrarias al cristianismo original, como el desprecio a la materia y la equiparación del bien y el mal, dualidades en el fondo necesarias e inevitables. Ambos motivos se encuentran en el apócrifo de Judas, según el cual Jesús habría pedido al Iscariote, el más lúcido de los apóstoles, que lo traicionara para liberarse del cuerpo material.
Dos datos para meditar: 1. La comparación de los manuscritos apócrifos arroja variaciones importantes; sus textos son mucho más vacilantes que los canónicos, pues en estos la autoridad eclesial velaba por la trasmisión íntegra. 2. En la historia de la humanidad el evangelio de Marcos aparece como el primer libro escrito por pobres y dirigido a pobres.