Pero ahora resulta que el Parlamento holandés autoriza y da luz verde a un "matrimonio" entre homosexuales y con derecho a la adopción de niños. ¡Qué porvenir les espera a estas desgraciadas criaturas criadas entre unos seres que violan el orden natural creado!
Nada tengo contra los homosexuales químicamente puros (genéticos), pero sí contra esa vesánica perversión que han inventado y contra ese parlamento que la ha aprobado.
No olvidemos que el homosexual, tarde o temprano, llega a los más grandes descaros, sin inmutarse en lo más mínimo ante nada ni ante nadie; incluso, se felicita de ser como es. Es llevado y traído por la fuerza de su perturbación con la misma facilidad que el viento trae y lleva una hoja. Ya en esta fase no puede convivir de manera natural y normal dentro de la sociedad: es un extraño y tiene que buscar refugio en la subcultura gay . El homosexual no hace una libre elección, no hace una verdadera opción como dicen los gays , lo que en realidad hace es tomar una vía obligada para refugiarse en su limbo. Pero ¡por Dios, quédense ahí queditos en ese su mundo!
Si la sociedad tiene su fundamento en la familia y esta en el único matrimonio real y verdadero que existe, el hombre y la mujer (Gn 2:24), como lo dispuso el Creador y lo exige la naturaleza, ¿qué será del hombre en un mundo sin Dios ni ley? El dragón apocalíptico de la cultura de la muerte ya abrió sus fauces en Holanda. Que el fuego y el azufre que cayó sobre Sodoma y Gomorra caiga en los Países Bajos, pero no sobre nuestras cabezas.