Ha sido difícil lograr que las sedes de las instituciones gubernamentales costarricenses reflejen la identidad y simbolismo que los arquitectos entendemos por "carácter". Los Gobiernos han acostumbrado vestirse con ropa ajena al escoger edificios que designan como sede. Así, el "Palacio Municipal" en San José fue un edificio de oficinas, con un fin diferente. El Ministerio de Trabajo se localiza hoy en un edificio que el arquitecto Franz Beer diseñó para el Banco Cooperativo. De esta manera podemos enumerar diversos casos en los que habitualmente los gobiernos han comprado arquitectura usada y de "otra talla".
La sede presidencial no ha tenido arraigo; hemos ido de casa en casa sin haber concebido una sede digna y con carácter. Cuando se dio la intención de construirla en la administración Oduber, vino el cambio de gobierno y el expresidente Carazo paralizó la obra del arquitecto Jorge Bertheau, para usar como casa las oficinas que el maestro mexicano Pedro Ramírez Vázquez diseñó para Fertica. Ciertamente, la sede de Zapote no tiene el carácter ni la preponderancia y simbolismo que se espera de una casa de gobierno.
Centro cívico. Por otro lado, la ciudad requiere el centro cívico que desde hace 30 años se tiene proyectado para recuperar vitalidad en sectores desarraigados, tomados por el mercado virtual del sexo, así demostrado en el uso del suelo que promueve esa intención. Pero, con acierto también, se creó hace 12 años el primer espacio cultural de la ciudad: el Cenac, proyecto ganador del Gran Premio Bienal en 1994.
Ahora, hemos conocido el anticipo de un desahucio y todo parece apuntar a que se quiere revertir ese proyecto cultural, ya preso en la memoria colectiva. Si el cambio apunta a mejorar la insuficiencia actual, que sea bienvenido; pero, si el traslado de casa al Cenac significa desmembrar en el contexto urbano el único espacio cultural, estaríamos aceptando un retroceso: desvistiendo un santo para vestir otro.