El canciller Norman Caldera, ante la inminencia del desempleo, pretende ser, con la firma de los otros Presidentes y a espaldas de Costa Rica, el representante único del istmo en las negociaciones con la UE.
Tal brutalidad diplomática es innecesaria, grosera y agresiva, además de reveladora de la actitud prevaleciente en los otros Gobiernos hacia el nuestro. Por dicha, el Canciller y el ministro de Comercio Exterior se han plantado con dignidad, firmeza y tranquilidad, y han puesto las cosas en su lugar.
La insolencia de este proceder se suma a lo desacertado de la escogencia. Si se condujeran las negociaciones con Europa con la misma falta de inteligencia con que se han manejado las relaciones de Nicaragua con Costa Rica a propósito del San Juan y los rottwaillers , mejor “suicidémonos, Federico”.
El apuro es obvio: ahorita hay elecciones y parece que Ortega va a ganar. Y como a Caldera no lo quieren los sandinistas, ni los liberales, ni Alemán, y necesita empleo, quiere hallarlo colándose en las negociaciones con Europa. Para su desgracia, el principal socio comercial del istmo con la UE es Costa Rica, con el 60% de las exportaciones; y con él, el país estaría representado por alguien que declaramente es su enemigo y abogado de causas diplomáticas perdidas. Estos políticos nicas son de antología: ya solo les falta pedir que ampliemos Río Azul para echarnos su basura.
Lo malo no es que sea un enemigo insidioso y obcecado, sino que en sus actuaciones contra el país lo haya sido de un modo tan torpe, burdo y falaz. Falaz, porque todos sus cargos han sido mentirosos. Burdo, porque sus mentiras han sido tan groseras y evidentes que hasta trató de retirarlas. Y torpe, porque, en vez de acoger las soluciones positivas propuestas, prefirió sacrificar los intereses de Nicaragua en aras de su pasión anti costarricense.
¿Por qué Bolaños no lo mandó al Parlacen, cementerio de políticos en infortunio y agencia de inmunidades para presidentes en fuga? Posiblemente porque nadie en Nicaragua quería ser representado por este genuino constructor de fracasos en política exterior y prefirieron hacernos el daño a nosotros.
Sin embargo, los ticos no deberíamos ser desagradecidos con don Norman. Gracias a sus pésimas intenciones y sus aún peores acciones contra el país, son muchos los favores de él recibidos. ¿Qué puesto le daremos al pobrecito don Norman? Nombrémoslo –con la ayuda de don Gilibrán González y Fernando Durán Ayanegui– donde se merece: quinto consejero de la República de Noteapa en Tumbuctú.