Los males del sistema político y de la Asamblea son solo síntomas de una grave enfermedad.
Sufrimos una crisis de representación: nadie se siente representado y nadie puede exigir rendición de cuentas, con el agravante de que las listas cerradas y bloqueadas para diputados impiden saber por quién se vota, ni a quién se pide cuentas. Los partidos perdieron credilidad, se ganaron la desconfianza del pueblo y solo son maquinarias electorales oportunistas, muy a menudo corruptas, desideologizadas y desactualizadas.
La Asamblea lo refleja y hace tomar fuerza a la tendencia al cesarismo presidencial, que quisiera gobernar concentrando el poder y sin y sobre el pueblo . Interpreta que los votos fueron una delegación total de poder, bajo el presuntuoso pretexto de que es la élite gobernante la que conoce, sabe y debe, por sí sola, decidir. Aunque resulte nueva aquí, esta vía es ya muy vieja y Guilllermo O’Donell la bautizó democracia delegativa.
Tres hechos recientes, no muy significativos en sí mismos, cobran importancia en las actuales circunstancias. El primero y más grave es la resolución del TSE autorizando, con un muy débil disimulo formal, la participación del Presidente y sus ministros en la campaña por el SÍ al TLC, llena de promesas, bonos, casas y demás. Creo que ni el Ejecutivo esperaba tanta y graciosa benevolencia. De lo contrario, no habría hecho renunciar –inútil hoja de parra– a su ministro Volio para que dirigiera la campaña del SÍ.
El segundo hecho es la negativa del presidente Arias de debatir con don Ottón Solís sobre el TLC. No lo aceptó en campaña y ahora, como gobernante en plena plaza pública en favor del SÍ, vuelve a negarse a hacerlo. Esto es contrario a la tradición democrática: don Ricardo Jiménez polemizó con don Enrique Macaya; don Pepe, con Guido Fernández; don Mario Echandi, con Jaime Solera, etc. ¿No es que gobernar es educar? ¿Quién dijo miedo? ¿Qué mejor escuela para la ciudadanía que hacerlo por medio de sus dos líderes principales? En el Reino Unido –donde estudiaron ambos–, estos debates se dan cada semana en el parlamento.
Y, por último, está la salida de la diputada Arguedas, con rumbo al PLN y breve escala en una curul independiente. Lo malo es que muestra que la reconstitución del sistema de partidos y de los partidos mismos está en pañales. Hay que decantar ya los partidos política, ideológica y programáticamente, para que cada oveja busque su redil. Pero esto hay que hacerlo pronto, antes de que nuestra democracia representativa cambie su carácter y devenga una democracia delegativa, monopolizada por élites plutocráticas o demagogos líderes carismáticos.