En los últimos años, Costa Rica se ha consolidado en el concierto de la naciones como un aliado de la naturaleza. El pasado año fue llamada a presidir la máxima instancia universal en la materia, el Consejo del Pnuma. Sus iniciativas siempre han sido objeto de esmerada atención en foros internacionales, en particular, las actuales, tales como la Alianza Mundial por la Conservación de los Bosques Tropicales, la propuesta relativa al “balance neutro” de carbono, o la iniciativa “Paz con la Naturaleza” anunciada con exquisito ceremonial en el majestuoso escenario del Teatro Nacional a finales del año 2006.
Señales inequívocas. Sin embargo, la distancia cada vez mayor entre esta posición oficial y la realidad nacional deja dubitativos a muchos observadores. El deterioro del medioambiente es latente, pese a las innumerables leyes, programas e instituciones públicas que lo tutelan. La destrucción de ecosistemas, desprotección de cuencas hidrográficas, contaminación de acuíferos no parecieran haber decaído, al contrario. Estudios demuestran que están en extinción el águila arpía y el halcón, ausentas de registros desde varios años (según datos del InBIO). Las ocho especies de tortugas terrestres también están amenazadas de alguna forma, así como la danta, el manatí, el oso caballo y los felinos de Costa Rica..
Estudios más recientes, como, por ejemplo, los de la UCR y de la UNA (2007), sobre variación genética y estado de salud de los monos, señalan de manera contundente que Costa Rica ha perdido más de la mitad de sus monos en tan solo cinco años (si, 5 años...), en particular el mono araña que pasó de 25.000 individuos a 7.000. El llamativo mono tití, especie endémica de Costa Rica ya ha ingresado a la funesta lista de especies en vías de extinción de la UICN. La lapa verde está quedando para el recuerdo.
Ello sin hablar de las 188 especies de anfibios en Costa Rica, más expuestas que otras especies a los efectos del calentamiento global: tres se consideran extintas –como la rana dorada–, 22 más corren peligro crítico de desaparecer, y 15 especies están en situación de extrema vulnerabilidad. Menos anfibios, más larvas de moscas, mosquitos y posibles plagas. Y así son muchos los desequilibrios que se avecinarán cada vez que una especie silvestre de Costa Rica vendrá a engrosar las listas de especies en vías de extinción de la UICN.
Acciones congruentes esperadas. Ante estos y otros indicadores que confirman el deterioro ambiental, y ante un discurso oficial tan generoso en favor de la naturaleza, se esperaría de la actual administración un plan nacional draconiano para mitigar los drásticos efectos de la actividades humanas, manteniendo la moratoria sobre las que son más contaminantes en ambas costas (exploración petrolífera, desarrollo de marinas cerca de arrecifes coralinos, desarrollo turístico en zonas de gran fragilidad ambiental) y sobre actividades mineras ubicadas en zonas de alta biodiversidad y pluviometría como San Carlos (proyecto de minería a cielo abierto en las Crucitas).
O bien, que monocultivos dañinos para el medioambiente (debido a la erosión de lo suelos que causan y la cantidad de químicos que requieren) como la producción de la piña (que no solamente contamina mantos acuíferos, sino que está diezmando poblaciones de aves, peces de agua dulce y mamíferos, sobre todo en zonas de alta biodiversidad como Pococí, Guácimo, Siquirres y Sarapiquí, San Carlos), sean objeto de un estricto control por parte de las autoridades ambientales y sanitarias (recordemos que el tratamiento inadecuado de la piña provoca la proliferación de moscas hematófagas que desangran el ganado lechero en fincas aledañas a los piñales).
La contaminación del acuífero en La Perla de Guácimo debió alertar a las autoridades sobre los límites de una expansión de piñales en zonas de alta pluviometría. La reciente campaña de la reconocida ONG OXFAM International contra la comercialización de la piña costarricense en Alemania es otra advertencia, esta vez en torno al régimen laboral al que están sometidos los operarios de dichas plantaciones y que debería producir el mayor interés a las autoridades nacionales del país.
Entre lo dicho y lo hecho ... En estos últimos meses, hemos asistido a una serie de decretos ejecutivos que van exactamente en la dirección opuesta a la protección del ambiente: suspensión de las moratorias en materia de extracción petrolífera y más recientemente de la minería a cielo abierto, fragilización del cordón de contención de la GAM, reducción del área del Refugio de Gandoca Manzanillo, desregulación a favor del crecimiento inmobiliario en zonas costeras de la región Chorotega.
Aunado a ello, la reciente resolución de Setena (Nº 766-2008) que contradice las tres anteriores de ese mismo órgano, y permite a la empresa piñera involucrada volver a operar en Guácimo (decisión tomada posteriormente al cambio de la Secretaria Técnica y de algunos de los integrantes de la Comisión Plenaria de Setena en abril pasado). Y una expansión exponencial de las hectáreas dedicadas al cultivo de la piña, que creció en el 2006, en ”un 43% y un 208% en relación con el 2000” ( Estado de la nación , informe 2007), alcanzando 40.000 hectáreas, equivalente a las del cultivo del banano en Costa Rica.
Para cerrar, el reciente texto propuesto por el Minae para sustituir el proyecto de Ley sobre el Recurso Hídrico (Exp. 14.585) presentado el pasado 9 de mayo dista mucho de las garantías ambientales incluidas en el proyecto original, niega el derecho humano al acceso al agua y despenaliza (curioso, ¿no?) la tala de árboles en zonas protegidas aledañas a cauces de ríos y quebradas.
Esta contradicción con la que el informe sobre el Estado de la nación del 2007 inicia su Capítulo titulado “ Armonía con la Naturaleza ”, pese a la perceptible disonancia reinante, explica en parte la profunda consternación de varia entidades que trabajan en materia ambiental.
Los bemoles y notas disonantes de algunas de estas entidades del país aún no encuentran cabida en las partituras de la imponente sinfonía oficial “ pro Natura” , que permite mantener al país en el club “ambiental”, otorgándole nuevos galardones internacionales que no hacen sino socavar los esfuerzos de los que buscan revertir tan agobiante tendencia. O ¿será que estamos escuchando un réquiem anunciado para la naturaleza costarricense con alegres aires de Oda a la Madre Tierra ?