Ciertamente el TLC entre Centroamérica y los EE. UU. puede llegar a abrir grandes oportunidades para la región, en cuanto al incremento de las exportaciones, la creación de nuevos empleos y la atracción de inversiones. Sin embargo, sería conveniente también considerar otros elementos, entre ellos, los siguientes:
El tratado es un instrumento que crea condiciones preferenciales, pero no garantiza per se que esas oportunidades puedan ser aprovechadas por cada país; esto solo dependerá de que las empresas de cada Estado, con el apoyo de políticas gubernamentales adecuadas, puedan sacar provecho de ellas.
Hasta la fecha, la vinculación de las pequeñas y medianas empresas –PYMES– en Centroamérica con el sector exportador ha sido muy limitada, tal como se ha evidenciado en el segundo informe sobre Desarrollo Humano en Centroamérica y Panamá 2002-2003, PNUD. En el caso de Costa Rica, de acuerdo con las estadísticas de Procomer del 2003, el valor de las exportaciones según tamaño de la empresa exportadora reflejan la siguiente relación: microempresas, 1%; PYMES, 12% y grandes empresas, 87%. Aun cuando es claro que también hay una vinculación indirecta de las microempresas y PYMES con el sector exportador por medio de encadenamientos productivos, lo cierto es que, tal como lo dijo el señor Marco Vinicio Ruiz, expresidente de la Cámara de Industrias, en la Prensa de Honduras, el 1.° de agosto de 2000, “el actual modelo se debe revisar pues las exportaciones se concentran en muy pocas empresas que venden sus productos a pocos mercados”.
PYMES frente a las exportaciones. En el caso de la relación con los EE. UU., se puede apreciar que del valor de las exportaciones nacionales hacia ese país en el año 2003 –US$2.834,1 millones de dólares– el 65,18% está representado por solo seis categorías de productos: 19,15% partes para circuitos modulares, 18,98% textiles, 10,44% equipos de infusión y transfusión de sueros, bananos, 9,48%, piña 4,12% y café 3,01%. En cuanto a las empresas exportadoras, se reportan 1.358 con operaciones superiores a los US$200 millones anuales. Si bien en ese esfuerzo exportador participan PYMES, existe otra realidad: 1.358 empresas es un número muy reducido si se compara con la totalidad de empresas existentes en el país. Según Geovanny Castillo y Luis Chaves en su obra “PYMES: Una Oportunidad de Desarrollo para Costa Rica”, el total del parque empresarial era ya, en el año 2000, de 74.833 establecimientos, de los cuáles 14.866 correspondían a PYMES: pequeñas y medianas empresas entre 5 y 70 empleados, según la clasificación del INA. De acuerdo con este estudio, las PYMES representaban un 19,9% del total de parque empresarial mientras que las microempresas, un 78,3%, y las grandes tan solo un 1,8%.
La vinculación de las PYMES con el sector exportador contrasta con la importancia de esas empresas en el empleo y la economía nacional. Según Castillo y Chaves, el sector de las PYMES genera alrededor de 263.611 empleos directos, lo cual representa un 19,9% del total de la población ocupada en el país y un 23,3% de la población ocupada por el sector privado. Por su parte, el INEC afirma que los trabajadores contratados por PYMES con menos de 20 empleados representan un 26% del total de los trabajadores del país y que las empresas con menos de 20 empleados proporcionan el 51% de los puestos de trabajo del sector privado. En Centroamérica, según un informe de la OIT del 2002, el 42% de la población ocupada trabaja en PYMES.
Factores para exportar. Hay factores de los cuales dependerá en gran medida que las PYMES puedan exportar a los EE. UU. así como enfrentar con éxito la competencia de los productos norteamericanos que ingresen al país. Entre los factores de orden interno están las condiciones para disponer de crédito para la producción y exportación, el acceso a la tecnología, la capacidad gerencial, el nivel de cargas fiscales y sociales, la existencia de incentivos, leyes e instituciones con mayor capacidad para combatir las prácticas de comercio desleal y la eliminación de distorsiones en la economía. Entre los factores externos, están los picos arancelarios, el escalonamiento arancelario y los aranceles específicos, elementos característicos de la estructura arancelaria norteamericana. A estas barreras deben sumarse los obstáculos no arancelarios como las medidas sanitarias y fitosanitarias, los reglamentos técnicos, los estándares de calidad, los contingentes arancelarios, los subsidios agrícolas, las medidas de defensa comercial, las restricciones por protección del ambiente o de la seguridad y los procedimientos, tasas y formalidades aduaneras. Si bien algunos de estas barreras externas se reducirán o eliminarán con la aprobación del tratado, en especial las arancelarias, seguirán subsistiendo en los EE. UU. obstáculos no arancelarios, que pueden condicionar, en gran medida, el que las PYMES tengan o no un acceso real a ese mercado.
Barreras no arancelarias. Este tema debe analizarse con mucho cuidado. Según Scandizzo Stefania, en su investigación titulada “Comercio de mercancías en América Latina y barreras comerciales en los EE. UU.” del año 2001, la OMC ha estimado que un 16,7% de todas las importaciones estadounidenses se ven afectadas por medidas no arancelarias, considerándose este nivel uno de los más altos entre países desarrollados. Asimismo, dicho autor afirma que de acuerdo con un informe del Sistema Económico Latinoamericano del 2001, el impacto se concentra sectorialmente pues aproximadamente el 75% de los productos primarios y bienes manufacturados de origen agropecuario y el 25% de los bienes manufacturados de origen industrial, deben enfrentar algún tipo de barrera no arancelaria en su ingreso a los EE. UU.
Incluso, ya los chilenos –Informe Géminis N. 262, Chile julio 2002– se han adelantado a afirmar que la mayoría de restricciones actuales y potenciales en los EE. UU. radican en las barreras no arancelarias. Al respecto, han sostenido que los aranceles aplicados por ese país no representan una barrera importante, desde un punto de vista agregado para las exportaciones de los países latinoamericanos. Afirman que, de acuerdo con las cifras del 2000, publicadas por el Departamento de Comercio de ese país, el 74,7% de las importaciones estadounidenses provenientes de la región no pagaron derechos. El informe agrega que en Centroamérica la situación no es muy distinta, y Costa Rica se ubica como el país más beneficiado, con un 88% de sus exportaciones libres de derechos, porcentaje que se reduce a un 44,3% en el caso de Guatemala.
Gran desafío. De las medidas internas que se adopten, de los términos negociados en el tratado y de la capacidad del sector empresarial para enfrentar estos obstáculos dependerá que este instrumento, de ser aprobado, traiga no solo crecimiento económico, sino desarrollo económico y social para las naciones centroamericanas. El tratado no debería percibirse únicamente como un instrumento para aumentar las exportaciones de quienes ya exportan, sino que debería considerarse como un vehículo para que el resto del sector productivo, que todavía no está vinculado con el sector exportador, pueda estarlo, directa o indirectamente, para que la oferta exportable pueda diversificarse, para generar más empleo y para que haya una distribución más justa de la riqueza en la región. Los países centroamericanos y, en particular, sus PYMES tienen un gran reto por delante. En el caso de Costa Rica, por ejemplo, no solamente están en juego los empleos de quienes se encuentran vinculados con el sector exportador, sino que, si no se adoptan medidas internas adecuadas y oportunas, también estará en juego el trabajo de miles de costarricenses que no están ligados con ese sector, así como la supervivencia o crecimiento de miles de PYMES que, hasta el momento, han dependido exclusivamente de sus ventas en el mercado interno o en el mercado regional.