Al celebrarse, mañana, el Día Internacional del Adulto Mayor, quiero manifestar mi cariño, respeto y admiración por todos los hermanos y hermanas que viven esta etapa en sus vidas. En nuestros días, gracias al aporte de la ciencia y de la medicina, asistimos a una prolongación de la vida humana y, por consiguiente, al incremento del número de las personas ancianas. Todo esto debería sensibilizar y disponer a nuestra sociedad para implementar una atención más específica para estas personas, a fin de vivir sus grandes potencialidades con mayor plenitud.
Tristemente, no todo es agradable en esta etapa de la vida pues la incomprensión y la indiferencia de los demás, sumadas a los impedimentos propios de la edad, hacen dura esta parte del camino.
Es nuestro deseo el que pueda crecer la conciencia de que los ancianos, desde una visión integral del ser humano, constituyen un gran valor que debe ser debidamente apreciado y acogido. Hago, pues, un vehemente llamado para que todos nos comprometamos a favorecer la realización de un ambiente humano, social y espiritual en cuyo seno todas las personas, pero particularmente los adultos mayores, puedan vivir de forma plena y digna.
Hoy más que nunca, es necesario ampliar las ayudas económicas y las iniciativas legislativas que eviten su exclusión de la vida social y combatan la tendencia, tan difundida, de ignorar, marginar y hasta abandonar a estos amados hermanos. Sobre el particular, deseo expresar mi reconocimiento tanto a las instituciones como a las personas que trabajan con coraje y generosidad por el adulto mayor.
Igualmente, expreso mi agradecimiento por las medidas adoptadas por el Gobierno en lo referente a la iniciativa del mejoramiento de las pensiones del régimen no contributivo.
La experiencia nos dice que, cuando reconocemos a las personas de edad un espacio y una oportunidad para participar activamente en la sociedad, ejercen su rol con alegría y disposición. En el ámbito eclesial… el camino con los ancianos, si está acompañado de una pastoral atenta a las distintas necesidades y carismas, abierta a la participación de todos y dirigida hacia la valorización de las capacidades de cada cual, representará una riqueza para la Iglesia.
Quiero dirigir una palabra, especialmente, a todas las familias costarricenses. En el seno familiar, los abuelos y las abuelas son el ejemplo del afecto y del amor hacia el resto de los miembros, son la memoria de la familia y la base desde la cual esta se construyó. De allí, que hoy nos hagamos eco de las palabras de Su Santidad Benedicto XVI al suplicar para que…“bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar”. No podemos dejar que todos sus esfuerzos y su memoria caigan en el olvido.
Ustedes, adultos mayores, son una parte esencial de nuestra sociedad, son la historia viva y representan la sabiduría acumulada de años de experiencia y de amor. Como señalara nuestro recordado pontífice Juan Pablo II, también la edad avanzada es un tiempo de gracia. Todas las etapas de la vida tienen algo único y especial, y es en la edad dorada donde todo lo aprendido toma un significado.
Que esta fecha nos haga asumir un mayor compromiso por la vida en el respeto, cuidado y protección de nuestros adultos mayores. Con el sentimiento de gozo profundo envío a todos, pero especialmente a mis hermanos y hermanas adultos mayores, un afectuoso saludo, con mi bendición de pastor.