Mantengo de hace mucho que Mideplan es un organismo fundamental en la conducción integral que un presidente debe desplegar sobre el Gobierno y el desarrollo del país. El ministro Kevin Casas me manifestó la misma convicción hace poco. Sin embargo, me parece que ciertas decisiones gubernativas yerran el rumbo para lograrlo.
Primero, la directriz emitida para elaborar el nuevo Plan Nacional de Desarrollo podría llevar a un plan con “menos páginas” que el anterior, pero sin ningún novedoso contenido sectorial y regional y, más grave, sin ninguna recuperación sustancial de lo que el Programa del Partido Liberación Nacional comprometió en campaña, debiendo este ser su base obligada. Segundo, la directriz reitera la muy mala práctica, sin que nadie se inmute por ello, de no motivar o justificar los cambios de rumbo con respecto al plan vigente. Tercero, el nuevo reglamento de Mideplan (Decreto n.° 33206 del 7 de julio), incurre en errores conceptuales y jurídicos que no auguran una “mejor Administración Pública” como pretende el presidente Arias –y lo exige el país– según el Decreto n.° 33151 del 8 de mayo, que “sectorializó” el Gobierno bajo ministros rectores –no ministerios– para hacerlo más eficaz.
Enunciar que Mideplan no debe hacer “coordinación interinstitucional” o “gestión pública”, sino estudiar situaciones, hacer modelos y “asesorar” al presidente, es un contrasentido funcional y sin asidero en la Ley de Planificación de 1974, la cual ordena que Mideplan debe dirigir –más que coordinar– un complejo sistema de planificación y la participación civil en ellos. Ningún otro organismo tiene la competencia movilizadora de tantos actores en apoyo del presidente. También se contravienen el art. 140.8 de la Constitución, y el 27.1 de la Ley General de la Administración Pública . Contradice, además, el Decreto n.° 33151 ya que este crea –erradamente, pero lo hizo al fin de cuentas– un sector de “coordinación gubernamental” del que dicho ministro es rector junto con “otros dos”; y, ¿cómo serlo sin que su Ministerio lo apoye de lleno en la “articulación” de todo el aparato público?
Errores jurídicos y conceptuales. Cuarto y más grave: se asesta un feo golpe a la frágil regionalización del país a partir de errores jurídicos y conceptuales en ese decreto, inexplicablemente endosado por un presidente Arias que hace 30 años inauguró dicho esfuerzo siendo ministro de Planificación conforme a la filosofía, válida aún hoy, de búsqueda de consensos y una mejor distribución del poder político.
Veamos: a) se pierde de vista que el control democrático por los ciudadanos, que el programa del PLN recién predicó, solo puede tomar su real dimensión operativa en las regiones; b) parece ignorarse que el desordenado billonario gasto de las instituciones en las regiones seguirá sin solucionar integralmente ningún problema nacional si no se da –en estricta ausencia de mecanismos alternativos– una articulación “interinstitucional” mínima por Mideplan; c) se desentiende Mideplan, por otro lado, de varios otros mecanismos regionales creados por otras leyes que requieren su articulación por la mayor jerarquía de su Ley n.° 5525; d) se da un pésimo mensaje a habitantes y funcionarios que vivieron una participación relevante cuando Mideplan lideró en serio los “consejos regionales” para la concertación entre el Gobierno, municipalidades y sociedad civil. ¿Cuál filosofía de desarrollo regional viable, en suma, persigue el Gobierno hoy? Entiéndase que no puede, por su importancia para el desarrollo integral del país, no haber una.
Si bien se ha dado un grosero abandono por diversos Gobiernos de esos loables esquemas sectoriales y regionales reconocidos por Cepal en 1993 como “los mejores de América Latina”, su propósito sigue siendo válido hoy: lograr un equilibrado desarrollo. ¿Por qué tantos, por falta de visión y respeto por el Régimen de derecho provocan, sin inmutarse, el embarrialamiento de cancha que nos amarra a este desarrollo errático sin que ningún partido, órgano fiscalizador o grupo tiemble de rabia…y lo haga público? Imagínense el trasfondo positivo de una próxima clasificación de “excelente país” que el Banco Mundial daría a Costa Rica, de enmendarse pronto estos horrores de gestión gubernativa y social. ¿O… es que acaso seré yo, maestro, el descarriado?