Un cordel de manila amarra el libro. Es un paquete listo para un viaje. Una hoja inmensa, acordeonada, fibrosa, sirve de plataforma a los poemas. Es una hoja atexturada como la vida misma, como la voz de este hombre que dice no saber nunca hacia donde va pero que tiene la certeza de que siempre llega.
Los poemas de Carlos Franck -al igual que el papel en que fueron impresos- surgen del aspa existencial de un espíritu poético que muele la experiencia cotidiana. Anarquista e intenso. Carlos Franck se autodefine como apátrida y solidario con su propia soledad. Dice ser "por destino ajeno/ y por modo extraño/ a la solemnidad de las multitudes."
Los poemas de Carlos Franck son cortos, lúcidos, compactos como pedernales. Logran la fuerza de una imagen que se convierte en huella. Son producto de una estética exigente y verdadera porque el poeta sabe que, como lo afirmó Hölderlin: "La poesía es un juego peligroso."
Anclada en lo concreto, la poesía de Carlos Franck nos lleva a través de una "consagrada melancolía" hasta la reflexión. Sus poemas captan la vida desde el ángulo de las paradojas:
"Parapetado en el silencio y en la sombra" el poeta nos señala como "el reloj de arena / estrangula segundos para que exista el tiempo." Nos recuerda también el calor de "las vidas/que hay que morir para vivir."
Los poemas de Carlos Franck hablan sin rebeldía del misterioso encuentro y desencuentro de los seres, casi siempre poblado de soledades hondas y anhelos inconclusos. Así evoca a la amada: "cuando no la tenía / la imaginaba / Ahora que la tengo / la imagino." Así, recuerda la partida del amor ausente: "La noche quemó sus ojos / en el volcán azul de sus cabellos... no se alteró sombría / la rotunda armonía de su ser."
Sin excesos ni concesiones, Carlos Franck es fiel al espíritu profundo del carpe diem. Con sorprendente serenidad, nos recuerda la urgencia de vivir el instante: "Oh, amada / dame el abrazo / hoy / mañana / tal vez sólo sea / un ayer / que nunca existió."
La noche es presencia constante en la poesía atemporal de Carlos Franck. El sabe definirla en el contraste y la fusión con su opuesto: "la noche no es sino el día alucinado / que busca en las pobladas sombras / fuegos perpetuos de la tierra." Es una noche en la que se oculta, cálida, la intuición -paradójicamente acogedora- de la muerte. A ella vuelve una y otra vez como fuente y destino: "Bella y profunda noche / como jamás habrá otra noche / profunda y bella... / alguna vez seremos / una en una y una sola / cosa a la vez."
Este poeta boliviano, radicado ya casi desde siempre en Costa Rica, se desplaza por el claroscuro de la vida como una sombra luminosa. Su ruta nos hereda, poemas infinitos en los que confluyen al unísono la celebración y la sutil admonición que están siempre presentes en toda gran poesía. Publicados en colaboración con el Molino "La Casa del Sol Naciente" que dirige Lil Mena, los Poemas y Aforismos constituyen una ofrenda y un desafío.
Desde el azul cobalto de la dimensión poética que todos llevamos dentro, Carlos Franck nos convoca. Al calor de las manos que sostienen el libro, poema por poema, su poesía nos distancia y acerca, nos lleva hasta un silencio que ilumina y completa. Desde su anárquica sabiduría de otoños Carlos Franck emerge para mostrarnos una vez más el inmenso poder, la ternura y la luz que anida en lo poético.