El rechazo de Francia a la Constitución Europea, por un 54,87 de votantes, ha sido, ciertamente, el golpe más importante que ha sufrido el proceso de conformación de la Unión Europea en muchos años y quizá el más traumático desde su pacto fundacional. En primer término por el enorme y complicado problema de legitimidad que lleva implícito un referéndum en uno de los países fundadores de la UE, cuna de los históricos acuerdos de Monnet y Schumann. En el referéndum del pasado domingo participó cerca del 70% de los votantes franceses, una masa de ciudadanos solo comparable en las últimas décadas con el referéndum de 1992 de ratificación del Tratado de Maastricht.
En segundo término, por el peso específico de Francia, su población, y los efectos de "bola de nieve"que puede tener sobre otros países de la Unión Europea cuya participación económica es decisiva. La segunda prueba será el caso de Holanda, y las encuestas apuntan a un 60% de rechazo a la Constitución. El rechazo francés y holandés (y también eventualmente el danés) provendría de países ricos de la Unión (al cual se puede sumar Inglaterra, fácilmente) y ello deja a otras naciones como Alemania, Austria e Italia en soledad con una serie de países como Lituania, Hungría Eslovenia, Grecia y Eslovaquia, que más bien son y serán beneficiarios de los históricos fondos de transferencia y compensación. Lo más grave -dentro de este equilibrio de fuerzas de la conformación histórica de la UE- es que la decisión del pueblo francés rompe el eje franco-alemán, base del desarrollo de la UE desde su formación. Además, deja la Constitución de la UE prácticamente sin efecto, toda vez que, de acuerdo con su letra, debe ser ratificada por los 25 miembros del bloque para entrar en vigencia.
Razones del rechazo . Dos parecen haber sido los motivos que dieron lugar al rechazo en el referendo. En primer lugar, el renacimiento de un cierto nacionalismo histórico, heredero de chauvinismos y xenofobias de viejo cuño que viven las sociedades europeas desde larga data. El nacionalismo es una constante de la sociología europea de la "cuenta larga" histórica. El otro aspecto es de orden esencialmente económico. Tal y como ha sido analizado en los últimos años, un sector de las sociedades de mayor aporte económico a la UE (Francia, entre estas) sienten que la cuota económica por crear una Europa plural ha sido cuantiosa y que ha sido sufragada, básicamente, por sus bolsillos. En los años 70 y 80, esos fondos de compensación se dirigieron a España, Grecia y Portugal y, hoy, a todo el resto de países que conforma el club de los 25 de la UE. Los chauvinismos nacionalistas más el golpe a la billetera explican, en buena parte, esta decisión del pasado domingo.
Alemania lo aprobó recientemente, como resultado de una decisión parlamentaria. Si el tema hubiese ido a las urnas del pueblo alemán (el cual presenta también revueltas y xenofobias marcadas), quizás la decisión habría sido distinta. Visto en perspectiva, a diferencia de Schroeder, quien acertó llevándolo al Bundestag, Chirac podría haber cometido un error político al no optar por la vía parlamentaria.
Dilemas e incertidumbres. En el plano económico, el rechazo a la Constitución Europea en Francia provocará oscilaciones en los mercados financieros y, probablemente, cambios en la política económica de Francia, aunque es imposible por ahora prever el rumbo que tomará el gobierno. Los mercados ya habían integrado en los últimos días la victoria del "no" en Francia y el euro deberá situarse en los próximos días por debajo de $1,25. Los mercados podrían empezar a "arbitrar en favor de Estados Unidos" y contra las bolsas europeas, tal y como indicó Xavier Timbeau, del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas.
Este revés enseña algunas lecciones a muchos de los protagonistas europeos. En Holanda los sondeos pronostican que un 54 por ciento de los ciudadanos están en contra. Un problema similar tiene Dinamarca, otro país que tendrá su referéndum el 27 de septiembre. Quien debería tomar nota cuidadosa es Tony Blair. Tiene razón Stefan Collignon, especialista de asuntos europeos de la London School of Economics (LSE), al afirmar que estos resultados rinden un gran servicio a Blair ya que el resultado francés aleja la perspectiva de un referéndum en Gran Bretaña.
En todo caso, el rechazo francés de la Carta continental deberá provocar una pausa de reflexión para la UE, en el mejor de los casos. Y,en el escenario más pesimista, una reevaluación de la esencia misma del bloque y la cuestión de su futura expansión. Lo razonable es que las autoridades europeas promuevan seguir con el proceso de consultas y, más adelante, si muchos países dan el "sí", volver a preguntar a los franceses. El proyecto de Constitución prevé que "si al final del plazo de 2 años a partir de la firma del tratado que establece una Constitución para Europa, cuatro quintas partes de los Estados miembros lo ratificaron y uno o varios Estados miembros encontraron dificultades para proceder a la ratificación, el Consejo europeo se ocupara de la cuestión". En tanto, el Tratado de Niza, aprobado en el 2000, continuará en vigencia con sus reglamentaciones, lo cual facilitará, en el corto plazo, bloqueos para países como Turquía, Bosnia o Serbia. Se trata de un escenario de incertidumbres y dilemas. De todas formas, la construcción de Europa (el proceso de regionalización más importante en la historia moderna del planeta) nunca ha sido una empresa fácil, ni ajena a grandes retos y dificultades.