El tan necesario y esperado viraje en nuestra política exterior para con ambos lados del estrecho de Taiwán, al fin se ha dado con valentía, de forma silenciosa, rápida y sin mayores eufemismos, es decir, de la misma manera en que los demás países que han roto sus relaciones diplomáticas con Taiwán para establecerlas con la República Popular de China (RPC), lo han hecho.
Este giro, si bien ha provocado sentimientos encontrados debido principalmente a la confrontación de intereses, marca el primer paso hacia un camino al que se ha decidido recorrer y que es el mismo que han recorrido ya 168 naciones más sin queja alguna.
Como costarricense de padres chinos, celebro eufóricamente la decisión tomada por el Gobierno de retribuir a una comunidad que, a pesar de los rasgos físicos, se siente más costarricense que muchos otros.
Agradezco al Gobierno por esta nueva apuesta, pues con ella ha garantizado que la colonia china, que proviene mayormente del sur de China, tenga, después de 63 años, un representante de su tierra natal que los defienda.
Es como un premio que bien se tiene merecido una comunidad que le ha dado tanto al país, desde infraestructura, proyectos y actividades, hasta personas de la calidad de Franklin Chang Díaz.
Como joven, recibo con brazos abiertos las oportunidades de trabajo que se nos están dando al formalizar relaciones con una nación que representa el segundo socio comercial del país.
Como estudiante, aplaudo la decisión del Gobierno de que con esa nueva página que ha escrito en el libro de Historia, se nos permita acceder a un sistema educativo que en un mundo globalizado y competitivo encierra aún el misterio y sabiduría milenarios. Es necesario conocer más sobre China, país del cual soy testigo, cambia rápida y eficazmente.
La cooperación académica-cultural debe tener la misma prioridad que la económica-comercial para que no nos entendamos solo en cifras monetarias, sino también culturalmente, empezando con el idioma.
Corriente realista. Como relacionista internacional, apruebo la decisión de nuestro Gobierno de seguir la corriente realista en beneficio de los intereses nacionales actuales. La política de “una sola China” es totalmente legítima en el ámbito internacional, al ser acogida por la gran mayoría de países miembros de la ONU, y el argumento de incompatibilidad de sistemas políticos y principios ya era muy débil para justificar el hecho de que Costa Rica le negara la importancia que dicha nación se ha ganado en el mundo.
La RPC busca un papel más protagonístico, limando así las asperezas que ha tenido por muchos años y por las que ha sido muy criticada, desarrollándose de forma acelerada y con los consecuentes e inevitables errores, de los cuales ya es consciente y ha decidido corregir por medio de varias políticas internas y asumiendo un rol más responsable con la comunidad internacional para el desarrollo pacífico y justo de las naciones, principios presentes en su política exterior.
Como romántica, considero que la declaración emitida por Taiwán después de que Costa Rica decidió establecer lazos diplomáticos de forma conjunta con el Gobierno chino, es tan justificable en su tonalidad como cualquier enojo ocasionado por la traición de un viejo amigo.
A Taiwán, aprecio y agradecimiento, por haber colaborado con la colonia china en el país, porque obras como el puente de La Amistad quedarán como prueba del cariño mutuo que alguna vez existió, pero que un nuevo amor cumplirá el papel de satisfacer; eso sí, que recuerde Taiwán que el amor surge de dos.
Quizás dentro de unos años los rencores desaparecerán, cuando decida dar el sí a su antiquísimo enamorado o en caso de que su perseverante y cada vez más atractivo pretendiente decida abandonar su obsesión. Sea cual sea el final de esa historia de amor, felicito al nuevo matrimonio entre la República Popular de China y la República de Costa Rica, deseándoles muchos años de felicidad y prosperidad.