Hace pocos días, el 11 de marzo, pasó en nuestro medio casi sin que se notara la fecha en que murió, en el año 1909, nuestro insigne poeta y escritor Aquileo J. Echeverría. Sus últimos días los pasó en un sanatorio en Barcelona, alejado de su querida patria.
En una de sus últimas cartas se disculpa: “Perdone tanto borrón y manchas; tengo el pulso y la cabeza debilísimos”, recordándonos a una de sus propias concherías (Modelo epistolar) en que Pedro Vindas, el sota-cabo, le escribe a su novia Domitila H. Camacho en una posdata: “perdone los dos borrones, pero jue que me meniaron”.
Pasajes inolvidables. A Aquileo le debemos esa obra tan jocosa y tica recogida en sus Concherías, la cual nos ha acompañado como un viejo amigo a través de los años, con esos personajes tan ocurrentes y llenos de colorido que llamamos “conchos” en otra época. Escribe Aquileo pasajes inolvidables, como en Mercando leña, cuando ñor José María pierde la paciencia con doña Chepa y le dice: “¡Que me alce el Patas el día/ que güelva a tratar con viejas!”. O la picardía que se mete en la conversación entre ñor José María y su amigo Calistro en Instantáneas: “–¿Y qué tal mana Prudencia?/ –Siempre fregada del flato./ Y ahora le han remanecío/ unos dolores riumáticos/ que la tienen empedida/ de la centura pa bajo…/ –¡Hombré, lo más prencipal!…/ –¡Oh lengua e’confisgao!…/–¡Já, já!”. O la viuda que describe la tristeza que la abruma después de la muerte de su cónyuge en Diálogo: “Tengo como congoja,/ tengo como unas ganas/ como de no meniame/ y estar acurrucada/ sin que naide me hablara,/ íngrima en este cuarto, íngrima en esta casa,/ así como los muertos/ así como enterrada”. O el que ha estado trabajando en “la linia” y ha aprendido algunos vocablos en inglés (Trato frustrado): “Yo cogí algunos vocablos/ como el de guate por agua;/ deme es guime; jor, caballo;/ blac es negro; jos es casa;/ un estope es esperate;/ un olraites, a la marcha; el cojetel es mistao y el gordemis es tu mama”.
Pero su obra se extiende también a delicados poemas y cuentos en Crónicas y cuentos míos, como es su Plegaria de Isabel: “Te ruego, ángel de mi guarda,/ que desciendas a mi alcoba/ porque tienen las muñecas/ mucho miedo de estar solas”.
Beso a distancia. Fuera de su patria, la nostalgia lo agobia en su crónica Nochebuena: “Nochebuena, novia gentil de mi infancia, lleva en las alas grises de tu cuerpo frío mi ardiente beso a la patria y un recuerdo a los seres que más amo y venero”. Como bien lo ha dicho Carlos Gagini en su apreciación del escritor nuestro: “Aquileo es para los desterrados”, y los que vivimos lejos de Costa Rica le agradecemos de corazón al poeta herediano por habernos acercado tanto con su pluma mágica a nuestra patria.