Parece que la ciudad de San José tiene los días contados y se está convirtiendo en un desierto urbano que en las noches se vacía para albergar solo "chapulines", bohemios, prostitutas y turistas. Me refiero, desde luego, a la vieja ciudad de San José, compuesta por los distritos de Carmen, Merced, Hospital y Catedral o, para los no versados en la división distrital, el territorio comprendido entre Los Yoses y la Sabana y entre los barrios Naciones Unidas y México.
La población de la ciudad de San José así definida cayó a 56.000 personas en el censo del 2000, casi la mitad de la que llegó a tener en su apogeo alrededor de 1960, o cerca de la empadronada en el censo de 1927. De mantenerse la tendencia, el último josefino apagará la luz por allí del 2050. El despoblamiento ha sido dramático en el distrito Carmen (barrios Amón, Otoya, Aranjuez, California y Escalante), que ha perdido dos tercios de su población.
La decadencia demográfica de la ciudad comenzó en la década de 1960. Un factor fue la planificación familiar. El tamaño medio del hogar disminuyó de 5,3 personas en 1963 a 3,6 en el 2000. La menor natalidad, empero, no explica el vaciamiento observado (solo explicaría un aumento más lento) ya que en todos estos años la tasa de reproducción ha permanecido por encima del reemplazo generacional de 2,1 hijos por mujer.
Menos hogares. Lo que ha ocurrido es que no solo cayó el número de hijos, sino también, principalmente, se redujo la cantidad de hogares establecidos en la ciudad. Su número pasó de 20.000 en 1963 a 15.000 en el 2000. La cuarta parte de las residencias josefinas se destruyeron o convirtieron en oficinas, almacenes, bed and breakfasts , universidades o similares.
La desertificación de la ciudad se debe, entonces, al éxodo de sus habitantes, que es de dos tipos: el de las familias completas que emigran a barrios residenciales más modernos y el de los jóvenes que, al dejar la casa paterna, abandonan la ciudad (sus padres no se mudan). En el censo de 1984, había 81.000 josefinos residiendo fuera de la ciudad (no hay datos para el 2000); es decir, un número mayor que el de los residentes. Más de la mitad de los josefinos huyó a otros distritos o cantones del área metropolitana, principalmente a Hatillo, Guadalupe, Desamparados y Tibás.
El éxodo masivo fue, sin embargo, compensado en parte con la llegada de "fuereños" que han ocupado residencias dejadas vacantes por los que huyeron. Casi la mitad de los actuales residentes nacieron fuera de la ciudad, principalmente en Nicaragua (15%), fuera del Valle Central (10%) y en el resto del área metropolitana (8%).
Cambio de perfil. La menor natalidad, el éxodo selectivo y la sustitución de unos habitantes por otros han cambiado el perfil sociodemográfico de la ciudad, que ha envejecido mucho más que el resto del país. La proporción de personas de 60 y más años pasó del 8% en 1963 al 15% en el 2000 (en toda Costa Rica es del 5%). La ciudad no solo sufre decadencia demográfica, sino también deterioro socioeconómico relativo. Por ejemplo, los adultos con estudios universitarios representan un 28%, comparado con el 49% en Montes de Oca; 30 años atrás los dos lugares tenían porcentajes parecidos de profesionales. La proporción de hogares con computadora es el doble en Montes de Oca que en la ciudad de San José. Otro déficit, importante por sus implicaciones para el mantenimiento de las viviendas, es que las residencias habitadas por propietarios son solo un 45%, comparado con alrededor del 70% en Escazú o Desamparados.
Hay ciudades, no solo en países desarrollados (Nueva York, Londres), sino también en Latinoamérica (Bogotá, Quito, el DF en México), que han revertido su decadencia o están empeñadas en hacerlo. ¿Quiere la sociedad costarricense rescatar a su capital para hacerla nuevamente habitable? ¿Tiene sentido económico, social o cultural hacer un esfuerzo en esta dirección o es mejor dejar que las fuerzas del mercado decidan por nosotros? ¿Es este rescate factible? ¿Hay en el país las instituciones e individuos para acometer la empresa?