Históricamente, los países sumidos en guerras han querido garantizarse la “seguridad alimentaria” precisamente por el miedo a un nuevo enfrentamiento militar. Así, la capacidad de autoabastecerse fue siempre una razón militar, más que de conveniencia para los consumidores en términos de calidad y costos. Podríamos citar varios ejemplos, como el de Suiza, que lo ha intentado para mantener su histórica posición neutral en medio de los grandes conflictos bélicos que ha sufrido, y los mismos Estados Unidos que lo han intentado.
No obstante, para un país pequeño y en una región no convulsa, la firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Centroamérica significa para el país ampliar nuestra capacidad productiva de alimentos al resto del mundo y no circunscribirla a la poca tierra que tenemos; significa aprovechar los mejores productos de todos los países en beneficio de los consumidores.
Pero, sin duda, conforme avance la construcción de la paz mundial, y el sueño del presidente Arias y de la inmensa mayoría de costarricenses por disminuir el armamentismo e invertir en calidad de vida y no en armas sea una realidad, en esa medida todos los países podrán dedicarse a producir más aquello en que son mejores y a transar en el mercado mundial los productos que otras naciones producen con mejor calidad y a más bajo costo, sin el fantasma inquisidor de la guerra y el miedo a una hambruna en sus países por un desabastecimiento como estrategia militar.
Solidaridad y paz. Para Costa Rica, insisto, el argumento de seguridad nacional no existe. Existe, y debe existir, el principio de buscar las mejores oportunidades para los consumidores, de tal manera que nos podamos especializar en producir lo mejor en calidad y precio, y podamos comprar aquellos que otros producen mejor también en calidad y precio que nosotros. Esto es posible si entendemos, también, que el planeta es uno solo, y como seres humanos debemos apostar por un mundo que sustituya la dominación y la guerra por la solidaridad y la paz.
Más aún, hoy la seguridad alimentaria como término abarca mucho más que el concepto de que los habitantes de una región puedan autoabastecerse. Tiene que ver con el uso ilimitado de la tierra y la realidad de su sustrato, que no resulta apto para todo, también por el clima; tiene que ver con la distribución de recursos y la capacitación del recurso humano: por eso el gobierno de Óscar Arias está empeñado en mejorar la educación, y en impulsar programas que le den a los ciudadanos herramientas para insertarse adecuadamente en el sistema productivo nacional; tiene que ver también con los patrones de consumo, la producción agrícola y pecuaria, el cambio climático y el deterioro ambiental; tiene que ver también con la salud de la población... En fin, detrás del concepto de seguridad alimentaria subyace el concepto de desarrollo que impulsamos, ligado a la calidad de vida de la gente y a la sostenibilidad del medio ambiente.
En ese sentido, las Naciones Unidas, al proponer los llamados “objetivos de desarrollo del milenio”, como un plan convenido por todas las naciones del mundo y todas las instituciones de desarrollo más importantes a nivel mundial como metas a alcanzar en el año 2015, ha señalado como el primero de esos objetivos “erradicar la pobreza y el hambre”, y, para hacerlo, debemos garantizar la producción alimentaria de la mejor calidad, en la mayor cantidad y al más bajo precio posible, de tal manera que facilite el acceso a la inmensa población que hoy sufre su pobreza y los altos costos productivos locales. El mercado globalizado garantizará mejoras para los usuarios en cuanto a calidad y precio, que deben ir de la mano con todos los programas gubernamentales integrados de lucha contra la pobreza.
Aprobar el Tratado de Libre Comercio no significará sino una producción más adecuada, en beneficio del mayor número.