Aunque el 15 de setiembre ya pasó, el llamado a la conciencia que tal fecha representa nunca pasará. En los recientes días, Costa Rica celebró su independencia, sus conquistas, y meditó en el largo camino que le queda por recorrer antes de poder decir: “somos un pueblo adulto”.
Después de 182 años de independencia política, nuestro mayor desafío sigue siendo aprender a ser libres. Y quizás la mayor tragedia de nuestro pueblo es que unos cuantos demagogos pretenden, con sus hechos, darnos una definición de libertad que nos tiene cada vez más empobrecidos.
Requisitos indispensables. La responsabilidad y la obediencia a las leyes es la única libertad. Freud decía que “cada individuo” es “virtualmente un enemigo de la civilización” porque no está dispuesto a sobrellevar “la pesada carga” y los sacrificios que la civilización requiere. Según él, los impulsos del hombre son hostiles a las “regulaciones, instituciones y mandatos”, requisitos indispensables para el progreso de un pueblo.
El camino hacia el progreso nacional y la libertad pasa por la disposición al sacrificio individual. Costa Rica requiere crear una cultura de responsabilidad y sometimiento a las exigencias institucionales. Todo el que se encorva ante el yugo de la ley y está dispuesto a rendir cuentas de sus actos, se convierte en hijo de la libertad. No habrá progreso mientras los que gobiernan no estén dispuestos a morir por lo que es correcto ejecutar y es obligatorio practicar, tampoco mientras el pueblo siga esperando que todas las iniciativas vengan de “arriba” y se entregue a la indisciplina y la laxitud.
Sometimiento a principios. Decía John Ruskin: “El gusano obedece dos leyes y se puede mover. El ave obedece tres leyes y puede volar. El hombre, al aumentar el número de leyes que obedece, obtiene mayor producción de la naturaleza, más bienes materiales y más poder e influencia”. La moraleja es clara, un pueblo libre y próspero es aquel cuyos habitantes acordaron someterse a los principios y a las regulaciones necesarias para la convivencia y el desarrollo.
¿Estamos los costarricenses dispuestos a sacrificar nuestros intereses individuales en beneficio del interés colectivo? Más importante aún, ¿estamos dispuestos a padecer el sacrificio de velar por el mantenimiento de los valores que nos dieron el alma costarricense? Evidentemente las señales de los tiempos nos indican que llegó el momento de volver a aprender a ser libres.