Desconcertante al inicio, paradójico pero convincente, este vasco indomable emerge del siglo XVIII francés -volteriano e irónico-, y explica a los adolescentes los elementos cardinales de la democracia, y la ética del buen vivir y la alegría.
Búho sonriente de barba canosa y lentes color caramelo -según la novelista Dorelia Barahona-, arremetió contra todos los dogmas absurdos de la civilización timorata, anhelando encontrar en el Humanismo de una cultura sin cadenas el pleno gozo de la existencia. Lector de clásicos siempre halla consuelo en las Cartas a Lucilo de Séneca, al punto que desdeña la opulencia con tal de conservar su libertad, "huyendo de la atareada pobreza que ha usurpado el nombre de riqueza."
En "Etica para Amador" -escrito para el hijo de sus desvelos-, le aconseja evadir la tristeza y desconfiar de los aduladores, y cita a Edgar Allan Poe: "Escucha, hijo mío, dijo el demonio poniendo su mano sobre mi cabeza ...". La lección principal es tener confianza únicamente en sí mismo, ni en tu padre ni en ningún sabio, ni en alcaldes, curas o policías. Ni en dioses ni en diablos, ni en máquinas ni en banderas.
Y en la tesitura de derribar fantasmas, contra todos los vientos y las mareas auspicia el placer sexual enfrentándolo a la abstinencia y la contemplación platónica.
A carcajadas. Leyéndolo tuve que reírme a carcajadas. Demuestra que nuestra arcaica legislación familiar, al instaurar el matrimonio como institución dedicada únicamente a la procreación pues el caritativo mutuo auxilio no es exclusivo de las nupcias, en definitiva obstaculiza por caducos resabios religiosos el pleno goce de la pareja, constriñéndola solo a parir.
El argumento central. Comúnmente el sermón del puritano restringe la moralidad a los genitales, y termina condenando el sexo. Savater proclama no existir maldad en aquello que hace disfrutar a dos adultos, siempre que no dañe a ningún otro. El que se avergüenza de las capacidades gozosas de su cuerpo es tan bobo como el que repudia haber aprendido la tabla de multiplicar, porque estigmatiza las entusiastas relaciones íntimas al sostener que animalizan al hombre y a la mujer.
Falso y veamos el discernimiento de Savater. El sexo es común a todos los animales, incluidos los seres humanos. Los animales sólo lo emplean para procrear, pero en hombres y mujeres produce otros muchos efectos, entre otros la pasión, el erotismo, la poesía lírica, la abnegación, el matrimonio y hasta la locura. Los animales comen para alimentarse, y hacen ejercicio físico para buscar alimento o escapar de las amenazas. Los seres humanos al contrario, sobre esas apremiantes e instintivas necesidades inventaron el erotismo, la gastronomía y el atletismo.
Ergo, cuando el hombre y la mujer -como los puritanos- hacen el sexo únicamente para procrear, sí se animalizan. Al contrario, el ser humano al separar la sexualidad de la procreación es menos animal, y más humano resulta.
Una anécdota. Para comprender cabalmente a Fernando Savater, es vital recordar una anécdota narrada en algunos de sus libros, aunque algunos sostienen ser auténtica de sus primeros años de estudiante universitario. Profundizando el Profesor sobre la ética aristotélica en la escogencia de disyuntivas antagónicas, preguntó a un alumno. -Imagina eres piloto en medio de una tormenta, al punto que se detiene un motor ¿Qué haces? El pupilo contestó inmutable: "Sigo con el otro motor". El Maestro replica. -Sobreviene otra tormenta y se estropea ese otro motor". El alumno responde imperturbable: "Sigo con el otro motor". El Profesor prosigue en el ataque aristotélico. -Y viene otra tormenta, y se te apaga ese otro motor. El estudiante, algunos dicen que Savater, afirma tajantemente: "Sigo con el otro motor".
El emérito Catedrático, obviamente molesto por la desfachatez de su discípulo, lo increpa. -Antes de contestar la pregunta que hice, declara de dónde sacaste tantos motores. Savater impávido le arguye: "De donde Ud. sacó tantas tormentas".