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“Tú sabes cómo es nuestra justicia, cuesta mucho que haya una justicia buena y verdadera, hay mucha intriga. Si uno sabe que la gente no lo quiere, es mejor irse hasta que pase la marea”. Así no más, el padre Antonio Quetglas, vicario de la Iglesia Católica hondureña, justificó que el padre Enrique Vásquez –acusado por supuestos abusos sexuales contra un niño de diez años que se desempeñaba como su monaguillo– huyera de las autoridades costarricenses y se refugiara en Honduras. Yo no sé si el padre Vásquez es o no culpable, pero las acusaciones son graves, y, ante ellas, su reacción ha sido desconcertante: pagando primero por el silencio de sus supuestas víctimas para, luego, escapar de la justicia y refugiarse en el extranjero. “Si alguien hace caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar”.








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