El Tratado de Libre Comercio (TLC) con Canadá es un hito en la historia de las negociaciones comerciales del país, mejorará nuestra posición para atraer inversión extranjera directa, brindará a los productores acceso preferencial a un mercado desarrollado y consolidará el liderazgo de Costa Rica de cara a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre EE. UU. y Centroamérica.
Por esto, el interés nacional aconseja la más expedita aprobación del Tratado de Libre Comercio con Canadá. La nueva legislatura debe aprovechar la oportunidad que, por razones difíciles de entender, desaprovechó la anterior.
Características. El apoyo al TLC con Canadá no se fundamenta ni en una fe ingenua en las virtudes del libre comercio ni mucho menos en una actitud de indiferencia ante la suerte de los productores agrícolas nacionales. Se basa, por el contrario, en el análisis de las características particulares de este tratado:
En primer lugar, establece términos en particular generosos, al abrir de inmediato el acceso a ese mercado para el 86 por ciento del universo arancelario, mientras que la apertura del mercado nacional es mucho más limitada y gradual: los bienes que podrían competir con la producción costarricense tardarán catorce años en ser desgravados. Este acceso al mercado canadiense beneficiará de inmediato a los productores nacionales de atún, azúcar, cueros, frutas, jugos, pescados, plantas, minivegetales, prendas de vestir y pintura, entre otros artículos.
En segundo lugar, el TLC mejorará la posición competitiva del país en la atracción de inversión extranjera directa, ya que los productores que se instalen aquí tendrán acceso preferencial, legalmente garantizado, a un mercado de enormes dimensiones y alto poder adquisitivo, antes de que se haya ratificado un acuerdo semejante por parte de ningún otro país de la región y, más aún, antes del inicio formal de las negociaciones del TLC con Estados Unidos.
En tercer lugar, al convertirse Costa Rica en el primer país pequeño y pobre que logra negociar, firmar y ratificar un tratado de libre comercio con un país desarrollado, se consolidará la reputación y liderazgo del país en temas de negociaciones comerciales internacionales, lo que constituye un activo nacional invaluable de cara a las negociaciones del TLC con EE. UU., del ALCA y la nueva ronda de negociaciones en la OMC.
En cuarto lugar, la suscripción de acuerdos paralelos en materia ambiental y laboral, con programas de cooperación en cada una de esas materias, contribuye al fortalecimiento institucional en estos campos sin poner en peligro las ventajas comerciales recibidas.
Pérdidas previsibles. Las consecuencias de postergar mucho más la aprobación del Tratado podrían ser serias: se pondrían en peligro los beneficios obtenidos por nuestro equipo de negociación para los productores nacionales ya que en una nueva ronda de negociación todos los términos del Tratado estarían nuevamente abiertos a discusión y las perspectivas de aprobación serían inciertas y la ventaja relativa que llevamos con respecto al resto de los países centroamericanos podría desaparecer al tiempo que la seriedad y constancia de nuestras políticas de comercio exterior quedarían en entredicho.
La polémica sobre el efecto del TLC con Canadá sobre los productores de papa no debe hacernos perder de vista los enormes beneficios que el país en su conjunto recibirá de la aprobación del tratado. Si es necesario preparar un programa de apoyo a estos productores, para que eleven su productividad como paperos o bien para que tengan la capacidad de desarrollar otros cultivos, en buena hora, pero esto no debe convertirse en obstáculo insalvable para la ratificación del tratado.
Cambio dinámico. Es necesario, sin embargo, tener claro que no es estática la estructura de la producción nacional ni debemos aspirar a que lo sea. En todas las economías desarrolladas, la agricultura aporta un porcentaje relativamente reducido del PIB y del empleo y, conforme nuestro país se haga más rico, se observarán, sin duda, esas mismas tendencias. Los sectores que antaño fueron los más dinámicos e importantes, aún dentro de la misma agricultura, serán sustituidos por otros que antes eran insignificantes, como ya ha sucedido con la producción de frutas, vegetales y plantas ornamentales.
La tarea que el país tiene por delante requiere que nos preparemos con inteligencia y con solidaridad para el cambio. Esa es la condición indispensable para el progreso y el bienestar futuros, y el TLC con Canadá es un paso crucial en ese proceso de preparación para el futuro. Urgimos a las señoras diputadas y señores diputados a aprobar a la brevedad este poderoso instrumento de desarrollo nacional.