En días recientes, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) arremetió contra la globalización, las privatizaciones y lo que él denominó como la idolatración del mercado.
Según el Cardenal, al libre comercio genera pobreza, desempleo y corrupción entre otras cosas; sin embargo, al contrastar la retórica con la realidad, los resultados son muy diferentes. Hace 200 años, el 85% de la población mundial era pobre; en 1910, el 65% vivía en pobreza absoluta. Las cifras bajan al 55% en 1950 y al 30% en 1980. Hoy ronda el 20%, según el PNUD.
Igual que la pobreza disminuyó sustancialmente al ritmo de la globalización, la población aumentó considerablemente y con ello la cantidad de pobres en términos absolutos. Según el Banco Mundial, la pobreza ha descendido en los últimos 20 años en términos relativos y absolutos.
El investigador sueco Johan Norberg muestra que de 1965 a 1998 la quinta parte de los ciudadanos más ricos del mundo vieron sus ingresos crecer un 75%, mientras la quinta parte más pobre lo hizo en un 125%. El libre comercio es una de las fuerzas más poderosas para mejorar las condiciones de vida de millones de personas, en especial las más pobres.
Lo contrario al libre comercio es el proteccionismo, que implica dar discrecionalidad absoluta a los políticos de turno a definir barreras a los productos del exterior, con lo que encaren artificialmente el costo de vida. Para el caso de Costa Rica, el proteccionismo de los productos de la canasta básica alimentaria implica que las 70.000 familias más pobres tengan que destinar el 41% de sus ingresos solo a pagar los sobreprecios que se producen (Monge y Rosales 1998). Lo anterior para favorecer a determinados grupos de interés y castigar a la enorme mayoría de ciudadanos.
Proteccionismo y corrupción. Datos de Transparencia Internacional y del Fraser Institute muestran que los países con menos barreras al comercio internacional tienen niveles mucho menores de corrupción que los países menos aperturistas (3,5 veces menor). El economista hindú y premio Nobel Amartya Sen (experto en el tema de pobreza) señala la reducción de la corrupción como una de las ventajas colaterales de la globalización.
Más que idolatrar al mercado, este es el único sistema que respeta la voluntad de los individuos de intercambiar su propiedad con otras personas en busca de un mutuo beneficio. Además, es democrático pues las personas votan todos los días por los productos y servicios (y sus proveedores) de su preferencia. Lo contrario sería otorgar esas potestades al Estado, como en los regímenes comunistas.
En la encíclica Centesimus Annus, Juan Pablo II reconoce a los mecanismos de mercado como la mejor forma de organización social para aumentar la producción y disminuir la pobreza; por otro lado, critica el proteccionismo y reconoce la necesidad de establecer relaciones económicas más abiertas.
Juan Pablo II tuvo varios enemigos, incluso en la misma Iglesia Católica, entre ellos sacerdotes y obispos –imbuidos de marxismo– integrantes de la llamada “teología de la liberación”, a quienes señaló que se alejaban gravemente de la verdad católica. Los padres de sotana roja instaban al uso de armas como mecanismo válido de la “lucha de clases” e hicieron mucho daño en Centroamérica en tiempos del conflicto armado. Dudo que el cardenal Rodríguez se vista de tales colores, pero el eco de sus palabras traería consecuencias mucho peores, sobre todo a los pobres que pretende ayudar.
Bien haría el cardenal Rodríguez –en vez de distorsionar la realidad– en escuchar las palabras de papa Benedicto XVI cuando dice: “El fiel espera solamente una cosa de los sacerdotes: que sean especialistas en promover el encuentro entre el hombre y Dios. No se les pide a los sacerdotes ser expertos en economía, construcción o política”.