Panorama sombrío: se mantiene el altísimo abstencionismo de febrero y queda patente que una minoría real elegirá mañana al presidente, con los esperados efectos anímicos y sociales en gente acostumbrada al ejercicio del derecho de sufragio.
Esa realidad demandaba un replanteamiento de planes y promesas de los mayoritarios que, bien financiados, brindaron una abúlica contienda salpicada de quijotadas, ocurrencias y hasta chismes por la red.
La campaña fue en un continuo culto a la personalidad y al caudillismo, acompañada de publicidad casi de tipo comercial. Ante el inesperado resultado electoral, los mayoritarios deberían haber iniciado una reforma para disminuir el costo. Por otro lado, en la segunda vuelta esos mayoritarios fueron poco originales, por lo que los electores mantuvieron el escepticismo y la apatía. Parece que los que votarán lo harán por intereses personales, tradición partidista, triunfalismo, optimismo o algo así.
Prioridades nacionales. Ambos finalistas, con diferente énfasis, siguieron atrapados en el viejo marco de la crisis fiscal, la pobreza, la violencia doméstica, etc., sin reconocer con valentía que buena parte de esos problemas resultan de malas políticas del propio Estado y de los partidos que lo han sostenido. Grave ha sido ignorar otras prioridades, como optimizar y humanizar el Poder Judicial y ampliar la participación ciudadana. El pueblo merecía claras propuestas para las crisis en salud, educación, seguridad, manejo del agua, migración y ambiente.
El país continuó deteriorándose, carente de líderes que plantearan cambios positivos de índole moral y familiar. Persistieron los amagos de negocios oscuros y, sobre todo, la "creciente patología social". Desde 1984 era clara la importancia de esta patología, quizás la más alta prioridad de salud pública del país hoy: aumento del divorcio, disminución de los casamientos, aumento de la prostitución sexual, de los hijos extramatrimoniales, de la drogadicción ilícita, de la delincuencia y del homicidio y el suicidio. Estos problemas están condicionados en gran parte por la pobreza, el desempleo, la inestabilidad laboral, la constante amenaza contra los agricultores, el crecimiento de la prostitución, las falsas acusaciones no verificadas de violencia intrafamiliar, los improvisados apremios corporales de varones desempleados y la pérdida de empleo de varones que sufren esos apremios, los experimentos no éticos, con fines de lucro, en pacientes de la Caja Costarricense de Seguro Social.
Aparente paradoja. La legislación dirigida a corregir parte de esa patología no ha surtido efecto porque los determinantes son otros, muchas veces desconocidos de los propios legisladores y de los jueces. Por ejemplo, las muertes de mujeres en el hogar empezaron a aumentar un año después de la aprobación de la Ley de violencia doméstica , una aparente paradoja. Los candidatos tampoco se han referido claramente a algunas facetas de la inmigración nicaragüense. De 1993 a 1998, la tasa de homicidios dolosos por nicaragüenses fue dos a tres veces mayor que la de los costarricenses. El fenómeno continuó de 1998 al 2000. En el 2001, ya el 18 por ciento de todos los imputados en homicidios provenían de la nación hermana. La situación de los suicidios conyugales y pasionales también se ha tornado grave: casi se han duplicado. Más grave aún ha sido el soslayar la alta prioridad del abandono, maltrato y abuso contra niños y adolescentes, un problema muchísimo más grave que la propia violencia contra las mujeres porque se amplifica cuando los menores de edad se tornan en adultos.
¿Queda tiempo para mejorar? Hasta ahora, los enfoques han ignorado muchas verdaderas prioridades; no parece haber existido el conocimiento o la valentía para reconocer la contribución del propio Estado a tales males.
Continuamente se desvía la atención hacia la violencia doméstica, enajenando cada vez más a los varones y a las féminas. ¿Prometerán los candidatos en un futuro dirigir buena parte de sus energías e intenciones a conocer mejor las verdaderas prioridades del bienestar de la nación, dejando de lado los ciegos intereses, los intereses politiqueros y malintencionados y la demagogia?